sábado, 31 de diciembre de 2011

Un 2011 lleno de Magia.

Ya se acaba este 2011 y lo hace para siempre. Cada Nochevieja me pongo un poco nostálgico al pensar que el año que está a punto de acabarse no volverá jamás; que no volverán los malos momentos, es cierto, pero tampoco podrán volver esos momentos mágicos en los que nos sentimos flotando en la alegría... El 2011 se va para dejar paso al aún no nacido 2012, un año lleno de controversia.

He pasado un 2011 genial. Y este genial no lo digo con la boca pequeña, lo digo de corazón. Cuando finalizó el 2010 creí que era uno de los mejores años de mi vida; seguramente lo fue. Pero nada comparado con este 2011...:

En el 2011 se ha creado Peut-être Magic, este sitio que intento hacer mágico con mis palabras, expresando mis sentimientos tal y como los siento.

En el 2011 he ido a mi última excursión de fin de curso con mis compañeros del L - J. M., la última y la grande. A Zaragoza y Barcelona, una excursión que guardaré por siempre en el rincón cálido de mi corazón, el último gran momento con todas esas personas sobre el que escribí ya aquí una entrada.

En el 2011, también, ha sido mi primera actuación con la banda del Conservatorio, y lo que he disfrutado haciéndola. Fue allá por junio, en el Ciudad de León, cuando me sentí pletórico y escribí una entrada cuyo título es ese adjetivo. Empecé este año y este año sigo y espero seguir también en este 2012 que entra.

En el 2011 he compartido momentos con mis amigos de siempre, con Lili, con Bea, con María, con Henar. Momentos de verano que ya están guardados para siempre en mi corazón.

En el 2011 he ido por primera vez a Alemania, para que Berlín me cautivara con su belleza urbana. He ido para estar allí con mis primos en un viaje que nunca olvidaré. He ido allí con la esperanza de volver alguna vez a pasear por ese parque tan enorme, por esas avenidas tan anchas y por la Puerta de Brandeburgo.

En el 2011 cambié mi colegio de siempre por el instituto, el Juan del Enzina. Ese lugar en el que he conocido a personas tan auténticas como Águeda, Alberto, Andrea, Javi... Ese lugar en el que he anfianzado mi genial amistad con Patricia, con Inés, con Miguel... Un lugar en el que me siento genial gracias a esas personas que espero sigan a mi lado muchísimo tiempo más.

En el 2011 he pasado uno de los cumpleaños que más difícilmente olvidaré de todos los que viva, estoy seguro. Un cumpleaños que se repartió en dos días, en compañía de las verdaderas personas a las que quiero y, además, en compañía de mi queridísimo gran vaquero Woody.

...Es curioso como un año puede, además, ser más que especial por sus últimos días. Los últimos días de este 2011, justamente los últimos, han sido unos de los mejores de toda mi vida. He descubierto una amistad más que extraordinaria en una bellísima persona, Sergio, y me he dado cuenta de lo grande que puede llegar a ser esta en otra genial pesona, Lili. En los últimos días he disfrutado de tardes de frío y crudo invierno leonés con ellos dos en las que no he podido sentirme más cómodo y más contento. En los últimos días he tenido abrazos que me han devuelto la vida, he tenido abrazos que me han hecho sentir pleno (una plenitud que me gusta sentir porque la siento en muy selectas ocasiones). En los últimos días de este 2011 he ido a un Festival Internacional de Magia con un también muy buen amigo...

Deseo, para mí, un 2012 tan feliz como este 2011 lo ha sido si es posible. Solo con igualarlo tendría más que suficiente. Para todos mis amigos deseo que el 2012 lo pase a vuestro lado, que es lo que más feliz me hace y lo que más importa. Para el mundo entero, deseo que el 2012 esté lleno de Magia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre. Lleno de Magia.



(P.D.: Aprovecho esta post data para felicitar los 16 años a mi buen amigo Alberto, que además cumple los años justo en este momento, a las 23:05 de la noche --nació desafiando al 1996--. Espero que la Nochevieja y su cumpleaños se unan para crear momentos más que especiales. El más sincero de los abrazos Alberto. Feliz cumpleaños y feliz Nochevieja).

viernes, 30 de diciembre de 2011

¡Por arte de Magia!

Acabo de volver de la VIII Edición del Festival Internacional de Magia de León. ¡QUÉ PASADA! He visto la Magia; he sentido la Magia.

He esperado un año para poder decir esto claramente. El nombre de este blog, Peut-être Magic (que es Quizá Magia en francés), vino a mi mente después de haber disfrutado de la VII Edición del Festival (cuyo maestro de ceremonias fue el mago al que admiro entrañablemente, el Mag Lari) y vino a mi mente porque esa VII Edición fue una auténitca explosión de auténtica y verdadera Magia en todos los sentidos, totalmente. Peut-être Magic se creó la víspera de Reyes: el 5 de enero de 2011. Se creó, y tuvo su antecedente en el blog 13. TRECE, que frente a la inactividad de la coautora, decidí abandonar y formar la maravilla que para mí ha sido Peut-être Magic, expresando ya todos mis pensamientos independientemente. El título, que estuve varios días cavilando, supe que tenía que encerrar en su interior la palabra Magia. Lo supe porque el anterior Festival me había llenado tanto, que no podía dejar que eso me resultara indiferente...

Gracias a estas galas internacionales de León vive la Magia, nació Peut-être Magic. Es realmente mágico, ¿no? Pues bien, esta VIII Edición ha sido espectacular y, como no podía ser de otro modo, muy mágica. Me acompañó un amigo que es mucho más que eso; es mago de antaño, fotógrafo de sensaciones y sensibilidad de abrazos. Me acompañó porque mañana, día de Nochevieja, se va a hacer mayor (aunque sea en contra de su voluntad, como sentí yo sobre todo de los 14 a los 15) y va a cumplir 16... Una gala emocionante, muy emocionante. El presentador, francés con un español más que envidiable, con chistes y trucos graciosos. Un grupo canadiense que hizo Magia con la ayuda de un majestuoso tigre. Un belga acompañado de una música colorida, con una sencillez tierna que hizo trucos grandiosos y pequeños al mismo tiempo. De China una mujer a la que las cintas de tela perseguían, con viento y con cambios de vestido. Un adorable señor estadounidense, que hacía una Magia exquisita y que interpretó una canción con el globo de su bisabuelo, a falta de su ukelele. Otro francés en escena, el amo de los pájaros a los que llamaba desde telas, cajas y cartas; pájaros con un colorido tropical... Y, por último, el emocionante discurso del gran Juan Mayoral, el que hace que todo el Festival sea posible año tras año. Un discurso que nos invitaba a que viéramos la Magia de la vida, la Magia sin truco ni trampa ni cartón, la Magia que nos rodea y que no podemos ver porque solo se puede percibir con los ojos del alma; la Magia que no nos hace felices porque no queremos.

León se llena de Magia cada Navidad. La última semana del año mi ciudad rebosa Magia por los cuatro costados. Pese al frío, el calor de las cosas mágicas caldean León; las cosas mágicas de esa Magia sin trampa ni cartón que solo se ven con el corazón y las cosas mágicas de esa Magia que los magos se encargan de hacer para que se nos iluminen los ojos. León es Magia, y quizá todas las cosas que pasen en nuestros corazones en Navidad sean Magia. Quizá Magia. Maybe Magic. Peut-être Magic.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Lágrimas selectivas...

Tengo unas lágrimas selectivas. Muy selectivas, de hecho. En Navidad te atiborran a películas en todas las cadenas, y como ahora en la 1 no hay anuncios; es un chollo.

Ayer vi Sister Act, la película de la artista que mantiene un noviazgo con el mafioso más mafioso de la zona y que decide denunciarlo al enterarse de que mata a hombres a sangre fría. Como cuando lo acusa a la policía su vida corre peligro, los policías la ocultan en un convento, convirtiéndose en una monja más de él. Allí comienza a adaptar su vida, que era la total antítesis de la que ahora adopta, y consigue dirigir con un éxito celebérrimo el coro de ese convento. Me encanta, me encanta, me encanta y me encanta. Es una película que no puede gustarme más. De hecho, la primera vez que actué en el Auditorio Ciudad de León, un auditorio mágico para mí, fue de la mano de una de las canciones que se cantan en Sister Act, la primera que Mary Clarence (o Delores, según se mire) consigue que el coro de Santa Catalina cante decentemente: Hail Holy Queen, canción que canté con un sentimiento sincero e intentando inundar de Magia al público (bien lo saben las paredes del Ciudad de León). Entonces, de repente, en el momento que la superiora sale en defensa de Delores y que, más tarde, todas las monjas se abrazan, me sorprendí a mí mismo, descubriéndome llorando casi sin quererlo.

También vi antes The Holiday, esa película que SIEMPRE ponen en Navidad, en la que dos chicas, una británica y una estadounidense, se cambian las casas en Navidades para renovar su ambiente y cambiar de aires. Ambas han pasado por situaciones difíciles en sus vidas y, al cambiar de hogar y al habituarse a vivir las fiestas en la otra punta del Globo, consiguen encontrar a alguien que les quiere y les comprende, que les llena y que es capaz de hacerlas felices. También lloré sin querer con esa película (película que he visto 3547653 veces y que, unas lloro y otras no y que jamás me canso de ver, aunque no sea un peliculón) y me encanta esa sensación, la de llorar con una película.

Pero, como decía al principio, mis lágrimas son completamente selectivas. Y van a su puñetero rollo, sin responder a ningún esquema (y eso me gusta, la verdad). Puedo llorar con Sister Act, una película que ni siquiera está hecha para conmocionar a la gente de ese modo; y, sin embargo, con El diario de Noah, una de las películas más tristes y bonitas que he visto, no derramar ni una sola lágrima (aunque tenga un nudo en la garganta de los gordos). Son cosas que no llegaré a comprender nunca, pero que así son. De todos modos, es también curioso porque así nunca sé cuál es la próxima película que me va a hacer llorar, qué momento va a mover de esa forma mis sentimientos...

Se convierte en el más bonito de los juegos, a ver qué película consigue hacerle llorar a Johann Kalinor, a ver qué película consigue hacerle sentir en su interior una Magia que solo puede expresarse mediante lágrimas de emoción.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Tiñen la nieve...

No lo podía creer. Un pequeño desliz, un pequeño gesto de desaprobación, una pequeña mueca de indiferencia, un simple comentario inocente... había hecho que todo se fuera al traste. Años enteros de diversión y de armónicos momentos, de canciones infinitas y de recuerdos encerrados; imágenes que difícilmente se irían de su cabeza... no volverían jamás a repetirse.

Se dio cuenta entonces de que quizá exageraba. Nadie mostraba con él signos de cariño o signos de querencia. Aquellas personas que deseaba con todos los hálitos de su corazón que lo hicieran, derrochaban su amor con otros, desperdiciándolo. Un solo abrazo sincero, seguido de otras palabras sentidas igual de verosímiles, hubieran hecho de su corazón henchido en vendas, un auténtico jardín de revoloteos de golondrinas. Sus ojos y sus voces no salían de su cabeza, martilleándole constantemente en la zona que más le dolía. Una de las dos almas que lo atormentaban estaba bien, la otra se resistía a figurársele calmada. No había dado a entender continuidad en ningún momento, y él la necesitaba. Al menos en ese momento...

Cantó con cuidado los villancicos que, pensaba, podían tranquilizar su agitado corazón. Unos tras otros, los acordes salían torpes de sus cuerdas vocales, deslucidos por la afonía que en su interior más profundo causaba un revoltijo de sentimientos encontrados que jamás descifraría nadie. El azul y el verde eran los colores del dolor, de la certeza del futuro y la incertidumbre del presente. Finalizado el recital, cuando esos cascabeles de un trineo que conducía un bonachón barbudo vestido de rojo imaginarios desaparecieron de su cabeza, cuando se esfumó el abeto nevado de artificios iluminado y cuando el acebo en fruto se fue para siempre, solo entonces, decidió que ya había sido suficiente y, con la cobardía por bandera y tiñendo la nieve, decidió acabar con todo...

jueves, 22 de diciembre de 2011

Magia de música y de Navidad.

Ayer fue uno de los mejores días de estas Navidades. Y eso que acaban de empezar. Ayer fue el Concierto de Navidad del Conservatorio de León y, como este año vuelvo a tener el privilegio de estar en la banda, tocamos.  Es verdad que no es tan esplendoroso como el concierto de fin de curso, que es en el Auditorio Ciudad de León, el grandote; este fue en el Ángel Barja, el humilde auditorio del Conservatorio... Pero aun así estuvo lleno de Magia (¡y de gente!). Me sentí realizado (jiji) porque era a favor de Unicef.

Cantó y acompañó al coro con su impecable piano mi genialérrimo mai frién, Miguel que llevaba la voz cantante entre los terceros. Me llenó de nostalgia oírlos cantar, porque el año pasado ahí estaba yo, en el coro, cantando que me encanta... Ahora ya "soy mayor" y no estoy en el coro, aunque la banda no está nada mal (jeje). También tocó otro genialérrimo amigo mío, Sergio, con Amanda y lo hicieron de rechupete. Y luego nos tocó a nosotros: la banda. Dos pianistas en un piano de cola, peleándose con las octavas y disfrutando como siempre de la partitura, del director (un fuera de serie) y de los compañeros músicos. Los Picapiedra, Carmen de Bizet y Piratas del Caribe fue lo que interpretamos ayer. Los aplausos del público hicieron que tocásemos la propina, el conocidísimo villancico Noche de paz en el que el piano tuvo su momento estrella de solista (SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ... Ejem...).

El estilo de esta entrada no es el que me caracteriza en P-êM (o quizá sí y yo hoy no me doy cuenta), pero me da lo mismo. Ayer sentí esa plenitud que tan pocas veces siento y que me encanta sentirla; ayer, rodeado de los mejores amigos que uno jamás pueda tener (tanto intérpretes como público); ayer, un día en el que la Magia de la Navidad (y de la música) no hizo otra cosa que revolotear constantemente el Auditorio Ángel Barja, inundando nuestros corazones de ese espíritu navideño que tanto me encanta y de esa alegría que hace que sonrías sin saber muy bien por qué...

martes, 20 de diciembre de 2011

Al cantar...

Creo que este ha sido el lapso sin escribir más largo que ha tenido P-êM en toda su historia. Quizá exagere, pero es que he estado más de dos semanas sin escribir este pequeño trozo de mí, y me siento algo culpable. Así que, me disculpo por haber dejado esto vacío (¡Cómo surge mi egocentrismo! Me disculpo como si tuviera algún ferviente lector de mi blog que no pudiera pasar ni un solo día sin leer mis paranoias. Johann, eres un egocéntrico).

Sinceramente estoy con muy poca inspiración ultimamente. Entre Física y Química, Armonía, Matemáticas, Historia de la Música, Filosofía, Piano (que tengo suspenso; jamás pensé que un suspenso en piano podría llegar a afectarme tanto. De hecho tuve una horrible pesadilla en la que soñé que dejaba la música porque me ahogaba y no era capaz de hacer nada bien. Jamás dejaré la música, lo tengo por seguro)... la inspiración se ha ido volando a un mundo más que lejano del que, sé, tardará en volver. Siempre, siempre (pero siempre ¡eh!) me propongo continuar con mis historietas novelescas en vacaciones; y nunca, nunca (pero nunca ¡eh!) lo hago. El destino dentro de poco, como castigo, me hará olvidar todas esas parrafadas y diálogos enteros que aún conservo en los intersticios de mi cerebro...
Pero sí hay una cosa que me ha centelleado, ha explosionado en mi mente y en mi corazón, y se ha hecho oír para que supiera que ahí está, que siempre ha estado aunque no me haya dado cuenta. Y es que, he descubierto lo mucho que me gusta cantar. Pero de verdad. De pequeñajo siempre andaba canturreando todo tipo de canciones (incluso villancicos en agosto... Mis padres se encargan de recordármelo todas y cada una de las Navidades) de artistas y grupos del momento (cómo no, cuando apenas contaba cinco añitos ya me sabía de memoria toditas las canciones de El viaje de Copperpot, mi disco favorito de La Oreja de Van Gogh), de las que aparecían en mis libros de inglés... Todo el día cantando. Y de hace un tiempo para acá me he dado cuenta de que cantar con la música a un volumen envolvente, y sentir cada nota (si es que lo que canto se pueden llamar notas) que sale de mí... me llena. Sobre todo hay ciertas canciones que son para que te sientas bien cantándolas y no tanto escuchándolas, que también. Cometas por el cielo, Cumplir un año menos, Ain't no mountain high enough, Hay un amigo en mí... son algunas de esas canciones que me hacen sentir un poquitín mágico cuando las canto. Pero sin lugar a dudas, la que más mágico me hace sentir hoy por hoy es We are young; no la original, la que versionaron los chicos de Glee (aprovecho para decir también que me encanta esa serie) y el significado especial que ellos le pusieron al introducirla de esa forma tan acertada en la trama... Aquí la dejo, para algún oído curioso que quiera también sentirse mágico, primero escuchándola y luego cantándola:

(P.D.: aprovecho para recomendar MUCHÍSIMO un blog que acaba de abrir sus puertas, y que tiene en su título esa palabra que tanto me gusta repetir en P-êM. Es My world in magic words cuyo propietario no podía ser otro que Miguel, mai fríen, el pianista que comparte conmigo mi piano... Encontraréis líneas escritas con un sentimiento y una sensibilidad muy difíciles de encontrar por la blogosfera, os lo aseguro. Y además, el escritor de esas líneas también adora esta canción de Glee que me hace sentir mágico)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dieciséis.

Este es el primer cumpleaños que vivo con Peut-être Magic, el primerísimo... Lo que quiere decir que, dentro de nada, este blog cumplirá su primer añito: en enero. Esta entrada no será una de las larguísimas que hay en este blog, pero es mi primera entrada de diciembre, y es justamente en el día de mi cumpleaños. Hace una hora más o menos que tengo ya dieciséis años (la vejez decrépita, jaja), nací alrededor de las 18:30 del martes 5 de diciembre del 1995, en Logroño. Salí de la tripita de mi mamá cuando fuera nevaba mucho, muchísimo. En La Rioja estuvo nevando casi tres días seguidos...

Desde aquel momento, una persona llamada Juan Fernández Polo (se la conoce por Juan, Juan Polo, Juancho, Juanete, Johann o Johann Kalinor) que es, por cierto, la creadora de este blog, ha vivido miles de experiencias y momentos. Desde aquel momento han pasado ya dieciséis largos años; con sus más y con sus menos, con familia y amigos. Se han ido dejando personas atrás, muchas no merecían la pena. También se han ido conociendo nueva gente, hace muy poco tiempo y son personas que no se pueden definir con palabras. Personas que llenan de buenas sensaciones mi día a día. Personas que hacen que esa personita sea más feliz. Personas como PaulaHenarMaríaBea... y muchas más. En particular cuatro de esas personas, MiguelInés, Patricia y Sara han ido esta mañana al portal de mi casa y me han cantado el cumpleaños feliz, con quince velas derretidas y un donuts de colores. Y me he sentido el ombligo del mundo por un momento. No me habían hecho una cosa parecida (aunque sí cosas tan guays como la fiesta sorpresa organizada por algunas de las cuatro chicas arriba linkeadas), y fue entonces cuando me di cuenta de la suerte que tengo al tener amigos tan detallistas, tan geniales, tan humanos, tan increíbles, tan estupendos, tantas cosas... que muchas no se pueden definir con palabras. Gracias a esas cuatro personas especialmente, hoy no he dejado de mantener una amplísima sonrisa en mi boca.

Y estoy seguro de que jamás se borrarán de mi memoria esos recuerdos de cumpleaños, ese amor que se da sin esperar nada a cambio más que el más sincero de los "gracias" y una mirada cargada de más amor incondicional. Estoy seguro de que esas personas harán cada 5 de diciembre perfectamente especial. Estoy seguro de que yo me sentiré siempre afortunado de tener a esas personas a mi lado. Es mi cumpleaños y la emoción está permitida, y viene de la mano de ciertas personas que cada día hacen que ese pequeñajo que nació a las 18:30 del martes 5 de diciembre de 1995 en la capital riojana, sea mucho mejor persona.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Me diste tanta vida con tan poco de ti.

Necesito ese día 25 de noviembre entre mis recuerdos; volver a revivir la amistad sin nada a cambio. Una sonrisa, sin palabras, y un abrazo.

Alegría sin prisas de una gran satisfacción, en el centro del mundo por un segundo estaba yo. Ni Madrid ni Nueva York, ni la constelación del Gran Can Mayor, se comparan a lo que por un segundo sentí yo. Arde el suelo y ladra el cielo, inaudiblemente se oye el temblor; solo dos cerebros oyen la música, uno de los cuales era yo. El tiempo eterno se detiene en los instantes de calor, la fuente vital se abre paso y prematuramente la frené yo. Las palabras lo estropean y a veces son torpes, sin valor, pero el entendimiento estaba cerca: lo pude tocar yo. Jamás sentirá la ciencia estas cosas, mutuo amor por un árbol cantor; solo dos cerebros que entonces volaron gráciles, igual que vuela un azor.

Entonces mi vida retomó la fuerza. Bastó con un poco de amor. No ese amor del que te sufre. Ese amor que te da calor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

De León, de Extremadura...

Es de sobra sabido que hoy no es un día como otro cualquiera. Hoy es el 11 de noviembre del 2011, o en otras palabras (más bien números) el 11 del 11 del 11: 11/11/11. Es el cumpleaños de mi tía-abuela Aurora, que ya cumple un porrón de añitos; en la capital palentina celebrará su aniversario.

Y hoy que es un día diferente, me apetece hablar de una historia diferente...

Este verano en mi pueblo, Portilla de la Reina, me enteré de una historia sobre un antepasado mío. Resulta que el bisabuelo de mi abuela, llamado Santiago Martínez (el primer antepasado de tierras portillanas que conozco se llamaba como yo, Juan Martínez, y nació por el 1650), era un montero; esto es, el administrador de un gran señor que tenía muchas tierras, entre León y Extremadura. En casa de mis tíos hay una foto que le hicieron en la que aparece con un frac, un bastón y un reloj de bolsillo: para la época, eso daba un porte inimaginable en sus compadres de la montaña. Santiago iba y venía todos los años de Extremadura a las montañas cantábricas, donde tenía su familia... Cierto día murió, como a todos le llegó su hora. Pero no murió en León, en casa; murió al sur, en Extremadura. La noticia de la muerte de Santiago Martínez llegó a Portilla tres días después del suceso. Curiosamente, ningún portillano fue al funeral del bisabuelo de mi abuela y, a día de hoy, nadie en el pueblo sabe dónde se encuentra la tumba de Santiago. Todos intuyen que mi antepasado descansa en tierra extremeña, pero nadie ha ido personalmente a esas tierras que se extienden al sur de Salamanca.
Hay una parte de mi familia que afirma que Santiago Martínez llevaba una doble vida: en verano tenía su mujer y sus hijos en León, en Portilla (de los que yo desciendo); en invierno, su familia lo aguardaba en Extremadura. Al morir en Extremadura, su mujer y sus hijos extremeños lo acogieron y le dieron sepultura como es debido. Tal vez había alguien en Portilla que sabía lo que se traía entre manos Santiago y tal vez fue él quien recibió la noticia de su muerte en tierras lejanas... Quizá él comunicó a todos los allegados portillanos la mala nueva y disipó los deseos de las gentes del lugar en ir a visitar la tumba de Santiago Martínez: su paisano. Así, se aseguraba de que el señor montero leonés guardaba su reputación tanto en las montañas como en las dehesas... Pasaron los años e incluso una o dos centurias y el recuerdo de Santiago perduró, y también lo hizo el misterio sobre su vida y su muerte.
Aunque hay otra parte de mi familia que asevera con toda seguridad que don Santiago Martínez era un hombre leal y no hubiera sido posible que mantuviera una doble vida. Murió en Extremadura por el destino divino y si no se fue allí a llorarle fue porque, por aquel entonces, las comunicaciones entre regiones españolas brillaban por su ausencia. También es cierto que esta parte de mi familia es menos abundante que la que piensa que nuestro simpático tatarabuelo era un hombre en León y otro en Extremadura...

Es esa Magia que tienen las historias de intriga, que encierran un misterio sin resolver... Es esa Magia la que te atrae y la que te inunda de un espíritu de explorador que iría a Extremadura a investigar, a pasar una larga temporada buscando en archivos eclesiásticos, municipales... Para quizá dar con una mujer y unos hijos de Santiago Martínez nacidos extremeños. ¿Quién sabe? Tal vez tenga familia en Cáceres, en Badajoz, en Mérida. Tal vez cuando fui a esas ciudades me crucé con uno de los vástagos de Santiago Martínez, con sangre de mi sangre, y no me di ni cuenta. ¿Quién sabe? Igual hay alguien en Extremadura que cuenta que el montero Santiago Martínez tenía otra vida en las montañas de León...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Con canciones de La Oreja de Van Gogh...

Hace exactamente 24 horas estaba en la cola para acceder al aftershow de La Oreja de Van Gogh. Hace exactamente 24 horas tenía el corazón latiéndome tan deprisa que ni podría describirlo. Hace exactamente 24 horas iba a estar cara a cara con mi grupo favorito.

Fue breve, sí. Éramos los últimos de todos y estaban ya cansados: no importó. Hablé bastante rato con Álvaro y con Leire, y me sentí realmente afortunado por poder compartir una charla de tú a tú con el grupo que me ha acompañado prácticamente desde la cuna... A mis ojos fueron las personas más encantadoras del mundo, pero me temo que soy completamente parcial al decir esto porque no puedo verles con otros ojos que no sean los míos, los de una personita que les sigue desde que era un enano y apenas sabía exactamente qué significaban las letras que repetía con una sonrisa en la cara, las letras de La Oreja de Van Gogh. Quizá estas cinco palabras sean las que más se han repetido aquí en Peut-être Magic, pero es que no podría ser de otra forma.

El concierto fue mágico. Pero realmente mágico, creo que el adjetivo mágico aquí es el más sincero de todo el blog. Tocar en el Auditorio imprimió una cercanía con el público que no se consigue en la plaza de toros o en la explanada. Las últimas canciones fui allí, a pocos milímetros del escenario y casi podía oír la voz de Leire sin ayuda de los altavoces. Empezaron con Día cero, una canción que me trae muchos recuerdos de Berlín (quizá porque esta se desarrolla en esa ciudad precisamente, qué inventiva que tengo eh). Luego tocaron Cuídate, y el Auditorio fue una fiesta, totalmente; siempre que tocan esa canción todo el público se alborota y se pone a cantarla con un sentimiento y una emoción dignos de admiración. Vestido azul nos sorprendió mucho, una canción que apenas se oye en los directos de La Oreja, pero sin duda la sorpresa padre fue Dile al Sol. Creo que nadie, absolutamente nadie, se esperaba que los cinco donostiarras iban a rescatar esa canción del cajón. Nadie. Fue el auténtico boom del concierto, todos estábamos impresionados cantando esa canción que había nacido en 1998. Recorrieron toda su trayectoria tocando Dulce locura, 20 de enero, Puedes contar conmigo, Inmortal o Soledad. Y también estuvieron Mi calle es Nueva York, La niña que llora en tus fiestas, Las noches que no mueren, Esta vez no digas nada... Hicieron dos canciones a la luz de una inmensa bombilla de atrezo, que les dio un toque aún más cercano y más cálido, dos acústicos. Paloma blanca y Deseos de cosas imposibles, esa mítica y preciosa canción del grupo. Aunque, sin lugar a dudas, la canción que dejó al público con el corazón en un puño y emocionado perpetuamente fue Jueves. Tan sencillo como piano y voz, nada más. Tras ellos, proyectado un vídeo de gotas de agua cayendo y resbalando sobre un cristal... Muy pocos se atrevieron a acompañarlos cantando, todo el público estaba sentado (nadie se levantó, y en todas y cada una de las otras canciones había varias personas de pie) con la emoción pintada en la cara. Fue soberbia, tanto, que todo el Auditorio irrumpió en un largo y prolongado aplauso que comenzó incluso antes de que acabase por completo la canción. A todo el mundo le dejó tocado... Pero después regresó la marcha y se despidieron con Cometas por el cielo, la canción que da título a su disco, y una de las canciones que mejor definen a La Oreja de Van Gogh y a su estilo: Pop, que todo el mundo cantó hasta desgañitarse. Y es que, cómo gana La Oreja en directo.

Verdaderamente sentí cada canción como parte de mí. Mi corazón latía al son de las teclas del piano de Xabi, del charles de la batería de Haritz, de los acordes de la guitarra de Pablo, de las notas del bajo de Álvaro y de la intensidad de la voz de Leire. Me sentí pleno: la plenitud volvió a inundarme. Y entonces recordé que, justamente desde junio en el concierto de fin de curso, allí en ese mismo Auditorio, no me había sentido pleno. Sonreí. Me di cuenta también de que he compartido escenario con La Oreja de Van Gogh, y no solo eso, también he compartido camerino con mi grupo favorito. Puede que sea una bobada cualquiera, pero a mí me llena de ilusión y me hace sentir mejor. Salté con cada canción y las canté todas, toditas, todas (excepto Jueves, claro, en la que no pude articular palabra). No recuerdo haber disfrutado tanto en ningún concierto de La Oreja. Como ya dije el aftershow fue breve, pero inolvidable. Pasé "a solas" unos minutos con ellos de cháchara y los saboreé con Magia.

He podido exagerar, he podido ser cursi, he podido ponerlos por las nubes... Desde luego no a mi parecer: a mi parecer he sido objetivo hasta el final. Si lo pienso bien, mi biografía se podría escribir solamente con canciones de La Oreja de Van Gogh... y eso solo es posible por esa especial Magia que me dan y que solo ellos saben darme.

lunes, 31 de octubre de 2011

La noche de las brujas.

Cómo ha cambiado Halloween desde que era más pequeño. Ha cambiado bastante. Halloween ha cambiado de gente, de ambiente, de sensaciones, de emoción...

Antes, en el colegio hacíamos todo tipo de cosas la última semana de octubre para rememorar esa tradición angloamericana que andaba integrándose en España (y sigue en su proceso de integración) cuando yo era chiquitín. Calabazas, telarañas, murciélagos, fantasmas... Negro y naranja por todas partes. Las historias de miedo que nos contaban me encantaban, me imaginaba perfectamente cada detalle del cuento y me gustaba ese pequeño escalofrío que me recorría la espina dorsal de vez en cuando. Especialmente celebrábamos Halloween en clase de inglés. Recuerdo historias como la de La Bungie, Jack O'Lantern y muchas más...

A medida que fui creciendo, avanzando de curso, Halloween cada vez estaba menos presente en las clases. Entonces solamente recordábamos alrededor del día 31 de octubre y exclusivamente en clase de inglés la fiesta de los espíritus. Solo un día bajábamos las persianas de la clase y traíamos velas a clase para dar un ambiente halloweenesco auténtico. La profe traía marionetas de fantasmas y brujas con escobas y verrugas en su gran nariz. Nos asustábamos a veces, otras comíamos caramelos... Entonces yo empecé a hacer el popular Treak or Treat yendo de casa en casa pidiendo caramelos por Halloween. Recuerdo que, tras varios años haciéndolo, al final en ciertas casas teníamos que explicar qué hacíamos, porque al llamar a las casas y salir el dueño, éste se extrañaba muchísimo de ver a unos niños disfrazados de cosas que "daban miedo" pidiendo algo parecido al aguinaldo de Navidad un 31 de octubre. Siempre celebraba Halloween así por aquel entonces. Y el negro y el naranja estaban por ahí pululando... Me acuerdo también de un día que Halloween me tocó pasarlo en Palencia. Con mis primos hicimos la historia de Jack O'Lantern muy trabajada, con efectos especiales (un globo que pinchaba mi primo, un grito de mi prima...). Me tocó a mí estar cara al público (padres, tíos y abuelos) porque mis primos estaban escondidos y eran los encargados de hacer esos efectos especiales. De veras me metí en el papel de Jack y sentí un poco de miedo de mí mismo mientras contaba la historia...

Ahora Halloween ni se menta en clase. Ni siquiera en clase de inglés estos días hemos comentado algo. Los de mi edad casi ni lo celebran, pero yo me mantengo y sigo celebrando esta tradición celta de rememorar a los espíritus que asustan. Sigo decorando mi casa con negro y naranja y sigo trayendo a mis amigos a realizar pruebas misteriosas y tétricas. Sigo recibiéndoles con la casa a oscuras, con unas ojeras del quince y solo iluminado por una linterna que escupe el chorro de luz desde mi barbilla. Este año he contado con la ayuda de dos blogueras para la organización del festival halloweenero en mi casa; y otras dos blogueras (más otro que no es bloguero) han venido a esto que se ha transformado en un lugar que acoge las historias más inquietantes y los miedos más oscuros...



En realidad ya nadie se asusta como cuando éramos pequeños, pero si te lo tomas en serio y pones de tu parte, el escalofrío que recorre tu espina dorsal mientras escuchas lo que pasó cierta noche de Halloween de 1976, sigue ahí. Y al recordar que eso mismo te pasaba hace unos once años, en clase de infantil, con las persianas de tu clase bajadas a la luz de unas velas, mientras tu profe te contaba una historia parecida con marionetas, sonríes y te das cuenta de que el espíritu de Halloween es tan mágico que no entiende de edades y te transporta.

martes, 25 de octubre de 2011

Aftershow de paz.

Ya tengo en mi poder la Edición Especial Limitada de Cometas por el cielo, por La Oreja de Van Gogh. ¡¡BIEEEEEEEEEEEEN!! Estoy muy contento, porque ya tengo los extras, el póster firmado a mano por los cinco y las postales... Aunque, sin duda alguna, lo más importante de la Edición Especial Limitada es el pase aftershow: genial. Un pase que, creo, tengo que llevar colgado al concierto para que me identifiquen y poder quedarme después del concierto a estar con el grupo (y el resto de fans con pase aftershow). Si soy sincero, me da bastante palo eso de estar con La Oreja y otros tantos seguidores así, hala, pum. Iré solo al aftershow en el sentido de que no conoceré a nadie, y es eso lo que me echa para atrás; pero vamos, que allí va a estar el señorito Johann para disfrutar a tope del aftershow, para aportar su pequeña Magia, que no quepa duda.

(Re) Escuchando el nuevo disco de LOVG, he cantado todas y cada una de las canciones a lo loco por mi habitación, haciendo el bobo como un saltimbanqui. En una canción en especial mi mente se ha detenido un poco a reflexionar (mientras cantorreteaba churrufletadamente), y esa es Promesas de primavera, una canción que La Oreja dedicó al fin de ETA y el atisbo de paz en su tierra, el País Vasco. Por fin se ha conseguido eso que todos los españoles (bueno, en realidad casi todos porque si hubieran sido todos, todos los españoles nunca hubiera llegado a crearse ETA) estábamos anhelando desde el regreso de la democracia a España: el fin del terror que desde entonces nos ha estado azotando a todos. Estoy muy alegre por los vascos (y por todos los españoles en general), que por fin viven en libertad. Además, me parece que Promesas de primavera canta a la libertad y llama a la paz de una manera muy original y muy como lo hace La Oreja... Una manera que rebosa Magia. Un temazo, en mi opinión.


Y quiero ver ya a La Oreja en directo, en León, en el Auditorio. No sé cómo será ir a un concierto de La Oreja de Van Gogh en el Auditorio Ciudad de León, pero seguro que será una genial y mágica experiencia. Ya tengo muchas nervios y muchas ganas de ir a escucharles.

sábado, 22 de octubre de 2011

Ganas de frío.

Me encanta el otoño. Me entusiasma eso de salir abrigadito a la calle, esa luz tenue y clara de los frescos días otoñales. Me parece la más entrañable de las estaciones (seguida del invierno, claro está). El verano es diferente, el verano está ahí para divertirse de otro modo... No tiene la Magia que tiene el otoño. El único inconveniente que le veo al otoño es el decrecer de los días, me fastidia mucho que la noche te pille a las ocho (y mucho más pronto cuando cambien la hora...). De hecho me encantan los días (y cuando digo día quiero decir fracción de las 24h en las que hay luz solar) otoñales, con esa luz tenue y clara bla bla bla bla... Me repito.

Y el frío me trae inmediatamente a la cabeza sensaciones navideñas. Automáticamente. Creo que si llego a vivir alguna etapa de mi vida en el hemisferio sur, me supondrá algo costoso acostumbrarme a celebrar nochevieja con treinta grados y en la playa... Para mí, la Navidad sin frío no es Navidad. Pero bueno, todavía estamos en octubre y nos queda mucho otoño por disfrutar. Otoño de días frescos, que me encantan. Un otoño que presiento mágico donde los haya...

Hay una canción en especial que asocio al frío del otoño. A una tarde en casa de vientos huracanados fuera que se llevan las hojas anaranjadas de los árboles. A una tarde en un particular sillón de mi casa en el que leo,  escribo, veo la tele, escucho música... con una mantita en las piernas y mi mimoso gato Kai encima de mí ronroneando. Una canción de tiempo frío para mí, una canción magiquísima (eso seguro). Y he escogido para dejar aquí la versión de una película que me apasiona: Sister Act. Una de las canciones de esta magistral película fue la que me llevó por primera vez a actuar en el Auditorio Ciudad de León, y tengo un recuerdo estupendo de ese concierto... Con muchas ganas del frío de otoño dejo aquí este tema que me hace imaginar un momento de esos en los que saboreo profundamente la Magia: Ain't no mountain high enough.

lunes, 17 de octubre de 2011

El largo y tortuoso viaje de la vida...

Esta canción te sobrecoge. El videoclip ayuda mucho, es precioso y te hace pensar. Pensar en la Naturaleza, aquella a quien siempre tenemos por benefactora y bella. Pero muy a menudo la Madre Naturaleza es bien cruel y bien arpía, deja morir a sus criaturas...

Lo nuevo de Amaral, Hacia lo salvaje se llama. Me gusta mucho la canción en sí, es una de esas canciones en las que la letra y la música van unidas de la mano, los sonidos no podrían haberse escuchado en otra letra ni esa letra podría haber dado lengua a otros sonidos. Perfecta conjunción de Magia. Y el videoclip es perfecto, perfecto y mil veces perfecto... Muy acertado y muy certero. Me encanta y me parece que es mágico, aunque a veces te haga pensar en cosas crueles...

La pequeña tortuga sale de su huevo a varios metros de la playa. Es pequeña, muy pequeña, mucho más que el palmo de la mano. Con una fuerza sobrenatural, sacada de lo más hondo de su alma juvenil, avanza a duras penas por la irregular arena, topándose con algas secas en la orilla que la dificultan el camino. De ello depende su vida. Si cae boca arriba deberá emplear todas sus fuerzas en ponerse boca abajo, debe evitar ser devorada por los cangrejos y los lagartos que viven en la playa. Acaba de ver el mundo y ya ve su cara más cruel y más hostil. Parece que al fin consigue adentrarse en el agua del mar, pero ahora las olas manejan a su antojo su débil y pequeño cuerpo, y la tortuga vuelve a hacer esfuerzos inconmensurables para nadar hacia adelante, al océano profundo. Una vez allí tendrá que vérselas con los pobladores más impíos del gran azul, los que se esmerarán en arrebatarle la vida. Puede que se tope con más tortugas, que le ayudarán. Puede que se tope incluso con su madre, pero nunca sería capaz de reconocerla, pues no estaba allí en el momento de la eclosión, y podría ser cualquier tortuga, cualquiera... La pequeña crecerá y hará su primera puesta en la misma playa donde nació años atrás, la misma playa en la que sufrió para escalar los entonces enormes montículos de arena, ahora pequeñas ondulaciones que no suponen ni preocupación; la misma playa donde el cangrejo quiso que ella fuera su merienda, y ahora los cangrejos ni se atreven a interponerse en el camino de la gran tortuga. Dejará allí a sus pequeñas, aún en proceso de formación. Para que, pasados unos meses, comiencen el largo y tortuoso viaje de la vida...

Vivirán 500 años, pero se lo merecen:

miércoles, 12 de octubre de 2011

Yacimiento a medias.

Una espina fría como un témpano de hielo, puntual como un blanco en la diana, afilada como la hoja de una espada, aguda como el Do de una soprano y dolorosa como el desamor más desolado. Esa espina atravesó mi corazón de parte a parte, llevándose de por medio a mi alma. Mi alma explosionó y, como varias otras veces, lágrima con sonrisa chocó.

Un sentimiento duro como la roca madre, angustioso como la incertidumbre misma, impotente como el sufrimiento ajeno y certero como la luz del Sol a mediodía. Ese sentimiento triste de frustración me recorrió la espina dorsal para expandirse por mi mente. Mi ser se conmocionó, sintió envidia y sintió miedo. Quiso pertenecer al conjunto de sus sueños.

Una autocrítica necesaria como el agua lo es a las plantas, justa como el peso en una balanza, realista como los artistas decimonónicos y acertada como un halago inocente a buen tiempo. Esa autocrítica plantó un poco de honestidad en mí. Honestidad, humildad y honradez. Tres haches que, muchas veces, faltan en mis sentimientos; tres haches que quiero a todo anteponer.

Fue entonces cuando me di cuenta de que nunca llegaré a significar para las personas lo que quiero significar. Fue entonces cuando me di cuenta de que somos frustrados los humanos y nuestra propia mente no será capaz de cambiarnos. Fue entonces cuando me di cuenta de que, a pesar de luchar, la consecución de lo que anhelas es realmente un camino escarpado y con plenitud de obstáculos. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi Magia, por mucho que yo quiera, no es transmitida a los corazones que quiero.

lunes, 10 de octubre de 2011

Hipocresía.

No quiero el frío de alma, quiero el frío del tiempo.
No quiero el calor del fuego, quiero el calor del amor.
No quiero el viento que sopla, quiero el viento de los recuerdos.
No quiero el beso de cortesía, quiero el beso de amor verdadero.
No quiero instantáneas estrellas fugaces, quiero el lento viajar de un cometa.
No quiero las farolas de luz sucia de la calle, quiero que me iluminen las constelaciones.
No quiero levantarme con un molesto pitido, quiero que me despierte el cantar de los pájaros.
No quiero depender de una máquina sin vida, quiero depender de personas con corazón.
No quiero aprender de tinta escrita en árboles talados, quiero aprender de los árboles vivos en una naturaleza llena de experiencia.
No quiero que de mis manos salga expansión y abuso, quiero con ellas fabricar huellas en el barro.
No quiero que me manejen las manecillas del reloj, quiero que me maneje el Sol que es mi astro guía.
No quiero que cada uno viva su mundo para sí mismo, quiero que todos vivamos juntos y en paz.
No quiero un mundo con humo en el cielo, quiero un planeta sano y de todos los seres vivos.
No quiero tragar tanta falsedad, quiero que tengamos el valor de ser sinceros.
No quiero que a nuestros iguales se les maltrate por ser en algo diferentes, quiero que todos nos demos la mano cualquiera sea la condición de a quien se la estamos dando.
No quiero una vida tan complicada, quiero una existencia simple y relajada
No quiero que perdamos la Magia, quiero contagiar polvos mágicos a quienes vivan tristes...

Y, sin embargo, si no hubiera convivido con todo aquello que no quiero, hoy no pensaría lo que pienso, no estaría con quien estoy, no querría a quien quiero, no me enorgullecería de lo que me enorgullezco, no lucharía por lo que lucho, no sentiría lo que siento... no sería como soy.

viernes, 7 de octubre de 2011

¡Espíritu musical yanqui!

He descubierto una canción que me ha gustado muchísimo. No me extraña. Es de Lady Gaga y Tonny Bennett; y no, no es una canción ladygaguiana (de hecho me ha sorprendido muchísimo cómo es la voz de Gaga cuando no hace su estilo, y me ha parecido un vozarrón buenísimo). Es una canción de café americano de los sesenta (creo, no ando muy ducho en conocimientos musicales de esta época, pero a mí es a lo que me suena), ese contrabajo, esas trompetas y ese piano juguetón con las voces de los cantantes. Y es que me encanta la música estadounidense de este estilo, los yanquis se lo montan genial. Me gusta mucho la música de los States en general, porque le dan un toque de diversión y de americanismo que es muy mágico y que realmente me apasiona. Si además esta música de Yanquilandia es de esa época (50, 60, 70...) me encanta aún más. Me imagino completamente el paraje americano, urbano o campestre, de la época. Ese día caluroso con sol claro o esa noche de intriga y de romanticismo al mismo tiempo.

La susodicha canción que tanto me ha gustado, es The Lady is a tramp y es una, podemos decir, biografía de una neoyorquina de pro. Además es una antología de Manhattan en cierto modo: aparecen varias escenas típicas de la gran manzana. Creo perfectamente en mi mente ese Central Park, ese Harlem, esa ópera en Broadway... Magia en su máxima expresión que recorre mi cabeza cuando los sonidos de este tema comienzan a sonar...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Recurro a lo neoyorquino.

Estaba predispuesto a momentos de jolgorio, de aceleración del ritmo cardíaco, de una sonrisa de tonto que no podría quitar de mi cara, de olvidarme de todo y vivir lo que realmente quiero. Dependemos tanto de las nuevas tecnologías que a veces, una simple máquina sin sentimientos, puede echar por tierra un plan mental del que tenías las expectativas muy altas. Las golondrinas revoloteaban hoy augurando algo agridulce, con un Sol abrasador impropio del octubre leonés. Ayer se confirmó un presentimiento y un deseo en la misma conversación, donde hablé de una forma que a posteriori no me gustó, igual que no me está gustando esto que estoy escribiendo. La inspiración ha venido apenas unos segundos y se acaba de ir volando, asustada por mi apagada mente... Aún puedo distinguirla volando en el horizonte de un cielo nocturno. Las estrellas tintinean, ajenas a lo que sucede a millones de años luz de ellas, en este pequeño planeta Tierra. Estrellas a las que damos la espalda con la contaminación lumínica, prácticamente son invisibles en la ciudad. Recuerdo mi primera noche en Nueva York y recuerdo cómo me impresionó ver el cielo nocturno neoyorquino: a mis ojos no era la noche que siempre conocí, era un cielo de color cobre, caqui, marrón quizá... difuminado, no era un cielo azul marino casi negro con los puntitos blancos que son las estrellas. Parecía un día oscuro y manchado más que una noche demasiado clara... No era natural, eso estaba claro; pero al final me pareció curioso y casi me gustaba. Hubo tormenta en Nueva York y los relámpagos lucieron diferentes...

Vuelve la gran ciudad a inundar mis pensamientos. Reflexioné sobre ella ya en 13. TRECE, con mi visita reciente. Esa gran ciudad que es muy mágica y nada mágica al mismo tiempo. Nueva York es el resumen del mundo, allí ocurre cualquier historia que puedas imaginarte. Nueva York acoge todas las historias, pese a que todas las historias no sucedan en Nueva York. Una ciudad que a nadie deja indiferente. Es genial y desastrosa, es indescriptible. Sus rascacielos y sus edificios casi de los tiempos de Nueva Ámsterdam. Sin duda es una ciudad a la que quiero volver. Una ciudad también frustrante, porque aunque te pases allí la vida entera jamás llegarás a conocerla del todo. Su cara buena y su cara mala. El estiércol y las flores: Nueva York.

lunes, 3 de octubre de 2011

Ellos existirán para siempre.

Los sentimientos perduran para siempre. Que no se me malinterprete, no quiero decir que si hoy eres amigo de Fulanito, vayas a serlo toda tu vida... Quiero decir que el sentimiento siempre quedará ahí, la esencia de lo que una vez sentiste. Lo han dicho infinidad de poetas y literatos, que el amor no se va aunque uno se muera. Nuestro físico, nuestro cuerpo, se perderá; es más, debe perderse necesariamente por razones del ciclo de la vida y la naturaleza. Se irá porque es material. Pero nuestra esencia, la huella que dejamos en los demás tardará más en irse (si es que algún día se va. Mira Cervantes, Mozart o Van Gogh, se han ido hace ya mucho y han dejado tras de sí un surco en la humanidad que nunca se irá), y los sentimientos sentidos no se irán, nunca. Aunque no te recuerden, esos fuertes sentimientos que has sentido por alguien (o por algo) quedarán volando para siempre por algún rincón del Universo... Como eso de que si viajásemos más allá de la Nube de Oort y sintonizamos la radio, escucharíamos la primera emisión que se hizo. Esas ondas de radio, esa información, solo se perderá cuando llegue al límite del Universo... y eso tardará bastante en hacerlo. Son cositas mágicas en las que me gusta pensar, que esas ondas que emiten las radios cada día comienzan un viaje que las llevará por infinidad de rincones espaciales, recorriendo este inmenso hogar y yendo a lugares  que la raza humana jamás conocerá.
Pero nuestros sentimientos no son ondas de radio, porque eso también es algo físico. Nuestros sentimientos son mágicamente etéreos. En el momento en que los sentimos, salen disparados de nosotros: unas veces sin que nadie lo note, otras con el disparo reflejado en nosotros, algunas con risas o llantos... Y comienzan un viaje sin fin, un viaje de Magia quién sabe si por la Tierra o por los confines de todo el espacio sideral, pero un viaje infinito al fin y al cabo. Igual cuando el Universo se contraiga, se expanda hasta morir o le ocurra lo que tenga que ocurrirle, ese amor, simpatía, cariño, enemistad, alegría... siguen por ahí, danzando en la nada: sin tiempo y sin espacio. Pero da lo mismo, porque no están atados a los límites de la materia, ellos son mágicamente etéreos y existirán para siempre, para siempre de veras.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Bien, bien, bien, bien.

Qué bien me siento. Sí, es muy simplón y poco profundo, pero es como estoy: contento. Claro que estoy feliz dentro del inconformismo en el que todo (o casi todo) ser humano vive: siempre queremos más y mejor, aunque lo que tengamos no esté nada mal. Sinceramente, en cierto lugar podrían haberme tocado unas muchísimo mejores circunstancias que no eran tan difíciles de cumplir, pero no estoy mal (aunque, inevitablemente, me queje).

Creo que el destino es muy inteligente. Nos complace en un modo que tardamos en ver y nos perjudica en aspectos que rápidamente distinguimos... El destino siempre equilibra la balanza: si te regala un ambiente de lujo, te va a quitar algo que anhelabas con todo tu alma. Supongo que no se puede tener todo. Pero sí es cierto que la mayoría de las bondades del destino se ven a, relativamente, largo plazo. Un destino que no está preestablecido ni escrito con antelación, ahora que tampoco es un destino del que nosotros seamos dueños. Tú no eliges tu destino, aunque tampoco está ya elegido. Es una paradoja bien complicada, pero pienso que el destino tiene una mezcla de ambas teorías: la del destino ya escrito y la del destino que cada uno forma. Es verdad que muchas veces tú eres quien decide qué hacer y eso, no nos engañemos, no estaba ya preestablecido que ocurriese. Sin embargo, otras muchas veces no eres tú el que guía el camino de tu vida, sino que entran en juego las casualidades, las demás personas, tu genética... Esta última es la prueba más fehaciente de que ya hay un futuro marcado, marcado por tus genes, que desde el momento en que naciste, sabían cuánto ibas a medir, qué dolencias crónicas ibas a padecer, cómo evolucionaría tu mente... Por eso nuestro amigo (y a veces enemigo) el destino no es tan concreto como para encerrarlo dentro de una única realidad. Él es etéreo y mágico, por eso vuela y se pasea por todo.

Yendo al grano, mi felicidad puntual de hoy se debe a lo bien que me encuentro en el nuevo ambiente del que ahora formo parte. Y con esto me refiero a que me siento genial en el instituto. No todo el mundo me decía que me fuera a encontrar bien al principio en un sitio nuevo, aunque sí que había mucha gente que me aseguraba que iba a estar perfectamente... Si hubiera sabido que a día de hoy estaría tan contento allí, no hubiera echo una montaña de un grano de arena y mi entrada sobre mi marcha del Leonés - J. M. hubiera sido diferente (porque ahora me parece un poco cursilada. Pero como siempre digo, si era lo que sentía en ese momento, bien está y no tengo por qué arrepentirme de ello. Sí señor). La verdad es que he tenido suerte con mis compañeros, porque son excelentes. Podría decirse que ciertamente me siento como pez en el agua. Un pez jovial en un agua de Magia, un agua que tiene por nombre Juan del Enzina.

martes, 27 de septiembre de 2011

Bompi y Magüita.

Perdonad mi extrema sensiblería, pero hoy estoy nostálgico. Me he puesto a recordar aquellos días felices y pasados: felices porque era un niño muy chiquitito prácticamente sin preocupaciones y pasados porque ya jamás volverán. Y al echar la vista atrás siempre reflexionamos (y filosofamos) un poco. Yo he llegado a la conclusión de que los muñecos con los que pasas tu más tierna infancia te dejan, de algún modo u otro, una huella imborrable en el subconsciente. Un rastro mágico, verdaderamente mágico (tanto que hasta incluso se puede ver el rastro de polvos mágicos que acarrea).

Especialmente tenía un muñeco de pequeño al que no dejaba ni a sol ni a sombra: se llamaba (y se sigue llamando, porque aún lo conservo) Bompi. Nadie sabe muy bien por qué decidí llamarlo así, aunque la teoría más aceptada por la multitud es que Bompi surgió de una mezcla entre el conejillo de Bambi, Tambor, de los saltos que hacían los conejos y de no sé qué con mi prima Paula... El caso es que así se llama y así se llamará por los siglos de los siglos. Resulta que Bompi era, en realidad, un sonajero; pero con apariencia de muñeco: mullidito, hecho de tela... Tenía las orejas de una forma característica, eran solamente trozos de tela doblados peculiarmente, no tenían el relleno que tenía el resto del cuerpo de Bompi. De pequeño no paraba de pasear sus suaves orejas por mi cara y, curiosamente, por la cutícula de mis uñas. Además, tenía otro ser inerte (inerte atendiendo a razones estrictamente científicas, porque a mí me transmiten una vitalidad tremenda) muy muy querido: Magüita. Ella era una almohada para las cervicales con una forma diferente y singular. El nombre supongo que venga del diminutivo "Almohadita", pero deformado por la forma de hablar de los bebés. Fíjate tú que Magüita también tenía sus cuatro esquinas solo de tela, porque el relleno de la almohada no cubría las puntas, reduciéndolas a trozos de tela sin almohadillar. Con Magüita también me afanaba pasándome sus esquinas por las cutículas de las uñas, esa manía extraña y, ¿por qué no?, mágica.

Pues bien, hoy en día hago un gesto muy similar con los cuellos del polo cuando lo llevo puesto. Froto las puntas de los cuellos con la cutícula de mis uñas y me relaja muchísimo... Las esquinas de los cuellos de los polos son parecidísimas a las orejas de Bompi y a las puntas de Magüita. Es la huella y la herencia que me han dejado, una huella que ya nadie puede borrar. Una extrañísima manía que, además, no comparto con absolutamente ningún miembro de mi familia. Un gesto de Magia que, gracias a ellos dos, mantendré, lo más seguro, hasta el resto de mis días.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Somos raros.

El ser humano es diferente a otras especies animales. E idéntico a ellas. Somos una especie de mezcolanza irresoluta de la naturaleza... Somos, como se dice en cierto libro, hijos de ángeles y demonios: capaces de hacer las cosas más bellas y amar por encima de todo, pero también con esa llama destructora y ese odio que traspasa cualquier límite. Raros los humanos, sí. Y es que muchas veces lo raro es normal y viceversa, ¿a qué llamamos raro? A lo que no nos parece normal, pero ¿qué es normal? Nosotros mismos somos raros, la vida en general es rara, una rareza mágica dentro de un Universo prácticamente yermo...

Y, como raros que somos, hacemos las cosas más extrañas que se puedan imaginar... Claro que como estamos acostumbrados a ellas no nos lo parecen tanto. Cantar en la ducha. ¿Por qué cantar mientras uno se lava, se asea, se acicala? No solamente cantamos cuando estamos bajo la alcachofa, claro está, pero nuestra voz nos parece en ese momento sacada de cualquier ópera, de la profunda campanilla de cualquier tenor o soprano. Tarareamos mientras hacemos una tarea monótona y que requiere, más o menos, poca dificultad. ¿Será una forma de singularizar lo anodino?... Reconocer figuras en las nubes. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? En esos cúmulos de vapor de agua que ni siquiera tienen intenciones, muchas veces vemos con suma perfección la forma de una ballena, o de una tortuga quizá; incluso a veces visualizamos complejísimas escenas en las que intervienen varios entes. Y lo bonito que es, la Magia que supone reconocer cosas en las formas cambiantes de las nubes... Muy bonito y muy romántico: típica acción de la pareja de enamorados que se escapan una tarde al campo. Tomar algo dulce después de comer. Bien es cierto que muchísimas veces no se hace así, pero ¿por qué dulce, por qué ese sabor? No solo en España, ni siquiera en Europa: la mayoría de las culturas así lo hacen. Infusiones, pasteles, frutas... Tal vez sea un deseo de que la jornada transcurra dulce, agradable, como el sabor que se te queda en la boca al finalizar la comida. Tal vez por eso no sea el amargo el sabor final, porque nadie deseamos una tarde amarga, de sufrimiento y angustia...

Raro es también esto que escribo sobre las cosas raras que hacemos nosotros, los raros humanos... ¿La Magia es rara? Probablemente sí lo sea, pero yo prefiero pensar que no. Que la Magia es mágica, no rara. Aunque, mirándolo bien, hay rarezas que son muy mágicas...

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hoy la música es amarga.

Se oyen gritos de felicidad apenas al doblar la esquina. Veo sonrisas que muestran la más alegre de las caras a su interlocutor, que también ríe. Respiro la felicidad en el aire y el rocío de la mañana parece que también está contento. El ambiente escupe esa impía alegría ajena, esa alegría que parece que contagia a todo el mundo menos a uno mismo. Una alegría que no estoy autorizado a sentir porque, quizá, no haya firmado aún el impreso que recoge las prohibiciones del afecto humano... La gente vomita risas a mi alrededor; yo, como un arrogante hipócrita, río también y finjo sentir la más plena de las algarabías. Soy cobarde, muy cobarde, porque no me atrevo a llorar con la cara descubierta. Creía ser uno más entre la humanidad, creía poder pasar a la memoria colectiva de nuestra inmensa especia como un creador de arte, creía estar al margen de toda esa estulticia adolescente... Pero soy uno más, una más de esas bocas mentirosas que muestran al mundo una sonrisa brillante y llena de buenas vibraciones. Hoy la Magia no me visitó porque no fui puntual en mis promesas, aunque en mi corazón son las más sinceras. Los sueños tan perfectamente formados en mi mente, tanto que puedo sentir cada abrazo y cada beso, se evaporan con la rapidez de una centella. La noche es cruel: bien lo sabe la luna, pinta todo de negro y todo es angustia pegajosa. Hoy la música es amarga porque no puedo sentirla con quien quiero. Hoy cada corchea me aguijonea el alma con su afilado corchete. Cada bemol se cuelga a mi corazón y cada clave de Fa obliga a mis ojos a fabricar lágrimas que crean ya surcos en mis mejillas. Se avecina un año de nieves perpetuas que no me dejarán ver más allá de la enorme montaña escarpada, una montaña que he tratado de subir varias veces y alcanzar su cumbre... Pero fantasmas que no habían sido llamados me empujan a la falda con dolor. Lo intento una y otra vez, no desisto, pues en la cúspide de esa pirámide de roca se encuentra una joya tan valiosa que ni es joya: es corazón de terciopelo. Desisto en mi intento porque sé que ya es imposible y me limito a observar ese corazón brillante desde el valle. Tengo a mi vista la cosa más hermosa del mundo, lo más bello que existió sobre la faz de la Tierra. Es una tortura china, como el agua en el Cañón del Colorado: siempre a la vista pero inaccesible. Y esa es mi condena: ver por toda la eternidad la hermosura más perfecta sin poder jamás llegar a tocarla... Y mientras, esa música amarga se introduce en mi tímpano para sangrar mi oído, mis ojos y mi corazón.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Pavor.

Auténtico pavor, puro y duro. Ayer estuve figurándome eso de dentro de dos años (es decir, nada) la universidad. Y de repente me entró un miedo y una frustración del quince. Quise que se quedase estancado todo en la actualidad, que siguiera pasando el tiempo y eso, pero nunca abrirse al mundo. Me entro una comezón impresionante: dejar de ver a buenos amigos con los que, quizá, no te vuelvas a ver en mucho tiempo. Dar un vuelco de 360 grados a tu mundo. ¡¡Buff!! Sentí verdadero pavor, pavor por el futuro. Decisiones que son muy importantes, y muchas veces tomas aquellas que son equivocadas y que te marcarán para el resto de tus días. Muchas veces me planteé un futuro, pero no estaba en las circunstancias en las que estoy ahora y me parecía bonito y de color rosa. Ahora me sentí al borde de un enormísimo precipicio del que no se veía el final...

Por eso, me tranquilicé. Me dije: <<Lo único de lo que te tienes que preocupar es de mañana, de tu futuro inmediatamente posterior. Ya habrá tiempo de comerse la cabeza y de llorar pérdidas, ahora vive el momento>>. Porque lo que de verdad importa es disfrutar del día a día, dejar de aventurarnos al futuro porque muchas veces es hasta nocivo. CARPE DIEM. Vivir el momento con quien tu quieras. Solo así serás capaz de saborear tímidamente la Magia... Aunque solo sea con la punta de la lengua.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Mi pequeño homenaje a Crónicas Salemitas.

La Magia en un blog sí se puede sentir. Magia de varias maneras. Y yo, desde el primer día que me topé con Crónicas Salemitas, sentí la Magia; la Magia particular de El Cronista. Me odio a mí mismo por no acordarme muy bien de cómo me topé con este blog exactamente, sé que tuvo que ver con algo de mi acérrima afición hacia Laura Gallego y sus obras... Pero no sé exactamente cómo. Eso sí, me di cuenta prácticamente enseguida de que ese blog iba a ser uno de mis "Más visitados" en el historial del Explorer. Reconozco que me cautivó, principalmente, por sus sublimes viñetas. Y por eso mismo decido hacer hoy este pequeñito (pero mágico) homenaje a este señor blog y a su creador. Ayer Cronista hizo su entrada Cien viñetas de Crónicas Salemitas, y en mi fuero interno sentí que debía gritar en voz baja mi admiración hacia este espacio de la blogosfera. He envidiado a Cornista incontables veces por ese don que tiene para dibujar (envidia sana, eh)... Es un blog que muchas veces me dice lo que quiero oír y muchas otras veces no, alterna opiniones que comparto absolutamente con opiniones en las que discrepo. Por eso me encanta. Y, sobre todo, me encanta porque es un blog creado por un fan de Laura Gallego, mi escritora por excelencia... Ya he contagiado de frikismo idhunita a varias personas y me siento orgulloso de ello, y nunca olvidaré ese verano cuando, en Asturias, llegó a mis manos El valle de los lobos: primer libro de la valenciana que leí. Como no podía ser de otra forma, hasta mi sobrenombre cibernético (Kalinor) tiene que ver con este magiquísimo mundo. Por eso, y aunque no sea gran cosa, hoy lanzo un grito que espero que llegue lejos. Hoy digo al mundo que viva un mágico blog, ¡¡¡QUE VIVA Crónicas Salemitas!!!

jueves, 15 de septiembre de 2011

Es curioso...

Hoy ha vuelto definitivamente nuestra amada/odiada Mrs. Routine a nuestras vidas. Y lo ha hecho por la puerta grande. Mi primer día en el Instituto Que Lleva Mi Nombre no ha estado mal, de hecho sigo en la letra A (cosa que, pese a ser una chorrada, ME HACE UNA ILUSIÓN PRÁCTICAMENTE INCONMENSURABLE) con varios amigos: dos de mi ya excolegio Leonés - J. M. y otros buenísimos amigos del Juan como Inés, Miguel y demás. De todos modos, en los recreos sigo teniendo al genial Triángulo de las Bermudas en acción entre otras amigas de mi antiguo cole.

Curiosamente ha pasado algo después de haber concluido la presentación (bastante después) que me ha dejado perplejo, atónito... Tal y como twitteé. Por cosas que vislumbré me hice un mundo mental, un universo más que mágico y que podía ser perfectamente posible y fidedigno... Pero que acabó por desmoronarse ante mis ojos; no del todo, pero se desmoronó al fin y al cabo. Es curioso como viendo algo en cierto lugar nos podemos hacer todo un castillo en el aire (¡qué coño castillo...! ¡¡UNA FORTALEZA!!) con todos sus departamentos, almenas y torres para que luego un soplo de aire fresco te lo tumbe del tirón...

Hoy me apetece especialmente dejar un apunte musical de lo nuevo de La Oreja de Van Gogh, Cometas por el cielo (título que, como dije en la entrada anterior, me parece poco original para ellos). Es una canción que realmente la siento mía, que refleja sentimientos y sensaciones que he sentido. Uno de los temas con más Magia de este álbum. Me parece que, a parte del tema que salta a la vista, es un mensaje de lucha y tesón, de no rendirse. Porque son los reflejos que queremos proyectar los que mejor nos definen...


martes, 13 de septiembre de 2011

La radio es una orquesta y mi calle es Nueva York.

Hoy es día 13 de septiembre. Probablemente a la mayoría de los mortales esta fecha no les diga nada, sin embargo para mí es bien importante. Es especial por varias cosas que aquí no relataré, pero siempre suele ser un día en el que hago cosas reconfortantes. Hoy, sin ir más lejos, fui a ver el primer concierto del <<Septiembre Musical>> que se organiza en León. Fue en la Plaza de las Palomas (o de San Marcelo, que es su nombre oficial) y estuvo, la verdad, muy bien. Escuché a dos agrupaciones pertenecientes a la Joven Orquesta Provincial de Málaga, o JOPMA como se hacen llamar. Un cuarteto de cuerda que interpretó repertorio mozartiano y un quinteto de viento que tocó unas obras realmente chulas, divertidas y mágicas, sobre todo mágicas. Me resultaron bastante familiares, pero no supe identificar de qué me sonaban. Desde luego me encantó esta primera etapa del <<Septiembre Musical>> leonés.

Hoy, día 13 de septiembre de 2011, también ha salido a la venta el nuevo disco de La Oreja de Van Gogh: Cometas por el cielo. Pese a que el nombre del álbum no me parece digno de la originalidad de la banda donostiarra (que tiene títulos tales como Lo que te conté mientras te hacías la dormida o A las cinco en el Astoria, nombres mucho mejores para mi gusto), muchas de las canciones que se descubren en su interior me resultan más que gratificantes. Hay frases que me encantan, que dan muchísima Magia a la canción en la que están. Generalmente nunca me defraudan las letras de La Oreja y esta vez no ha sido una excepción. Además puedo decir que ya he adquirido la edición especial limitada por este útil invento que es Internet, aunque todavía tengo una larga espera hasta que el inédito llegue hasta mi puerta. Recomiendo ciertas canciones, y otras, sinceramente, no me convencen del todo. Siempre diré que El viaje de Copperpot es, sin duda alguna, su mejor trabajo y el más mágico también. Tiene unas canciones sublimes, que transportan la Magia desde el altavoz directamente a tu corazón. Son canciones realmente buenas, de puro pop. Hay un par de canciones en Cometas por el cielo que son demasiado unch-unch para La Oreja. También es verdad que la letra es la misma de siempre, con ese espíritu, y que de tanto escucharlas ya me he acostumbrado y me parecen unas canciones más... Conclusión: que los de San Sebastián han hecho unas canciones que me siguen conmocionando y transmitiendo unas sensaciones bastante similares y siempre mágicas.

¿Trabajo para realizar con el álbum ahora? Aprenderme todas las canciones, que el día 4 de noviembre (día del cumpleaños de mi queridísima amiga Henar) vienen a León a deleitarnos con un conciertito.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La inspiración ha de pillarte trabajando.

A cinco días de la gran depresión, escribo. Faltan cinco días (en apenas dos horas faltarán solo cuatro) para que Mrs. Routine se haga de cuerpo presente otra vez en nuestras vidas. Yo la veo como una señora algo mayor, con gafas apoyadas en las aletas de su nariz, que para mirarte de cerca tiene que subir su cabeza, dándole sin querer unos aires de superioridad. La veo erguida y muy alta, con un moño perfectamente recogido. Es muy necesaria y te aprecia, pero su vuelta se hace dura... Sin haberla visto durante tres meses te has acostumbrado a no tener que cruzártela todos los días, y ahora debes convivir con esta señora. Pero, al final, te acabas haciendo a ella porque tú también la quieres y la necesitas... Aunque estás deseando siempre que estás con ella que se vaya lejos y que no vuelva. Así es Mrs. Routine, alguien hacia quien experimentamos un complejo amor-odio.

Sigo con mi harrypotteritis: hoy me estuve documentando sobre la infinidad de hechizos y encantamientos (que no es lo mismo una cosa que otra) que existen. He descubierto que algunos, como el Flipendo, han sido inventados para los videojuegos de Harry. Otros como el Desmaius, han sufrido una traducción al castellano de su original inglés (Stupefy en este caso)... Y demás curiosidades sobre esa Magia con todas las letras que sale de las varitas de los magos cuando pronuncian estas complicadas palabrejas. A raíz de esto me han entrado unas ganas increíbles de ponerme a escribir y a crear un universo complejo, una historia original y diferente. Obviamente nunca podré llegar a hacer lo que ha hecho Rowling con su pequeño Potter, pero quiero inventarme una mágica novela compleja. Y me frustro porque ahora mismo no se me ocurre nada. Tengo en el cajón de proyectos una novela de la que tengo escrita unas trescientas páginas y que aún no he acabado, pero ahora el tema me parece bastante aburrido y baladí. Quiero comenzar de cero y construir un entramado de tramas (valga la redundancia) al mismo tiempo que intente encender la Magia a través de las palabras. Dicen que la inspiración ha de pillarte trabajando, que hasta los grandes escritores tienen pavor al folio en blanco... Pero late en mí una Magia que solo puede salir de él en forma de novela, de novela trabajada y bonita. Sí. Con borrador, con apuntes, con garabatos. Una novela repleta de Magia y de mágicas vivencias. Quiero escribir, he dicho.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Definitivamente padezco harrypotteritis.

¿Que quién me ha diagnosticado la harrypotteritis? Yo mismo. Sí. Y es que desde que he visto Harry Potter 7.2., no hay forma de quitarme de la cabeza lo guay y lo genial que es Harry Potter.

Me he vuelto a aficionar a los videojuegos, solo los de Harry Potter claro. Estoy como loco pasándome el juego de Harry Potter y el Prisionero de Azkabán; estoy llegando al final y ya necesito otro videojuego del niño que sobrevivió para poder sobrevivir yo. Quiero comprarme cuanto antes el Misterio del Príncipe y las Reliquias de la Muerte (ambas partes), así como conseguir la Cámara Secreta, que no la tengo. Deseo fervientemente ver otra vez Harry Potter, la saga entera, de inicio a fin. Me sorprendo a mí mismo dibujando escudos de Hogwarts en los papeles en blanco cuando me aburro. Tarareo una y otra vez el Hedwig's Theme...

Esto no podía ser otra cosa que la mejor "enfermedad" que uno puede padecer jamás, la harrypotteritis. Una enfermedad de la que, si soy sincero, no quiero recuperarme en muchísimo tiempo. Es, creo, la única mágica de las enfermedades. Confesaré que cuando era pequeño y nos mudamos de casa, había un palo considerablemente largo de madera (resto de la mudanza) que yo utilizaba como mi varita personal. De ella salieron millones de Flipendo, Alohomora, Petrificus Totalus, Wingardium Leviosa... No salió ni un solo Avada Kedavra (no confundir con Abracadabra) porque no lo conocía, punto primero, y por si acaso. Aunque el espíritu de hacer hechizos no corría por mis venas como lo hacía por las de Potter, Weasley y Granger, yo me lo pasaba como un auténtico enano haciendo esos encantamientos...

Bueno, mientras siga con la harrypotteritis, seguiré buscando información en internet de los fundadores de Hogwarts y sus respectivas casas (Gryffindor, Huflepuff, Ravenclaw y Slytherin), seguiré jugando con mi Play a todos los videojuegos inspirados en los libros de la británica J.K. que encuentre, seguiré ilusionándome cada vez que vea de nuevo una película de Harry Potter, seguiré dibujando torpemente escudos de Hogwarts... Y querré siempre poder escaparme por el andén 9 y 3/4 cada vez que pase por Londres.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Lo abstracto de la contradicción segura.

Mientras las nubes se agolpan sobre el cielo de un otoño cercano, pienso. Las formas sugerentes que las bolas de vapor de agua forman al chocar, al revolverse, despiertan en mí un interés que está lejos de saber lo que a ellas acontece. Lo abstracto de reconocer grotescas figuras en el contorno de esos cúmulos de algo parecido al algodón a veces resulta absurdo, pero siempre lo hermoso se antoja quizá anodino. El recuerdo y las imágenes cruzan fugaces el cielo, abren un rayo en una nube y descienden de ella hasta mí. Veo el pedazo de papel intangible que trae el haz cegador de luz y reconozco aquello que en él está impreso. Me estremezco de pena y placer y una sonrisa estalla en mi boca, al tiempo que dos lágrimas psicológicas manan de mi lacrimal. Entonces, se repite la misma reacción: lágrima y sonrisa impactan en una supernova de sentimientos que trae consigo una bella ensoñación. Tonos de colores que no existen en el espectro visible crean una amalgama de pinturas que me impiden ver ahora el cielo encapotado. Me sumerjo en mi propio delirio y me olvido del mundo exterior, queriendo desechar el egocentrismo e invitar a la solidaridad. Intento zafarme, pero los sonidos de un instrumento que ni siquiera conozco me atrapan con la fuerza de un ciclón... Un instrumento que, probablemente, haya surgido de la supernova anterior, uno que solo existe en mi mente. Cruzo parajes familiares y desconocidos al mismo tiempo: colinas pastadas por caballos, tierras llanas donde siento clamores de guerra, cumbres inhabitables con rocas llenas de experiencia, trigales de campesinos adormilados, playas turquesas desiertas en las que quiero bañarme, bosques que son hogares de los embajadores de la Magia, cuevas oscuras que reflejan en sus estalagmitas la luz... La fotografía caída del cielo me acompaña, es un ángel que ha perdido sus alas y aún no sabe bandearse en el mundo terrenal. Me quiere y me rechaza, sabe que quiero ayudarle. Caigo entonces en la cuenta de que todo lo que creía que era producto de mi imaginación es la complicada mente del ángel. Tampoco es eso cierto del todo: es una mezcla de nuestras dos mentes. El cielo lleno de nubes anterior a su caída fue el preludio de un bello viaje que me arañaría el alma poco después. La abstracción deja su huella en sus ojos y en mi corazón éstos se hunden en lo profundo para no salir a flote jamás. Llevo mi mano a la región izquierda de mi pecho y ahogo un grito de dolor y alegría: he descubierto que el ángel que me acompaña es el mejor de su reino... Pero también ha rechazado mi ayuda. Finalmente un sopor que precede a un fuerte mareo me inunda, me hace saber que todo esto es una contradicción. Me quejo. Me duele la cabeza. Cierro los ojos... Experimento una sensación de aterrizaje, estoy tumbado. Me froto los ojos y me incorporo. Ante mí, un inmenso cielo grisáceo-azulado... Y, mientras las nubes se agolpan sobre el cielo de un otoño cercano, pienso.

miércoles, 31 de agosto de 2011

El atardecer, sentado en mis rodillas, se come una naranja.

Estoy redescubriendo Dile al Sol, de (por supuesto) La Oreja de Van Gogh. La verdad es que el grupo donostiarra es mi favorito, el que me acompaña desde los tres años. De momento solo conocía al dedillo todos sus álbumes desde El viaje de Copperpot, álbum que, para mí, es el mejor de toda su carrera. Del susodicho Dile al Sol conocía apenas tres canciones: El 28, Cuéntame al oído y Soñaré. Pero me pregunté qué clase de fan de La Oreja era sin haber escuchado su primer disco, ese que les abrió paso en el mundo musical hasta ahora...

Dentro de poco van a sacar un nuevo álbum, Cometas por el cielo, que me va a gustar seguro; es de La Oreja de Van Gogh. A medida que ha avanzado el tiempo, la música de La Oreja se ha vuelto más comercial, sí. Lo reconozco, me encanta la música comercial, me pierde. No toda música comercial, claro; pero sí me gusta. Y no me parece mala música en absoluto. También me gusta la música no comercial y bastante, pero quizá no haya habituado mi oído del todo.

El caso es que, ahora mismo, mientras escribo, estoy escuchando canción a canción Dile al Sol... Y me está encantando. No, más que encantando. Se nota que la voz de Amaia es algo diferente, pero siempre así de característica. Me parece que tiene unas letras perfectas (como casi todas las canciones de La Oreja, la letra no falla) y unos sonidos francamente inspiradores. Estoy convencido de que Dile al Sol es muy mágico, mucho. Tiene esa Magia del primer disco, de la ilusión que seguro sintieron los cinco, de los nervios con el primer single... Que me está encantando, vaya. ¡Ah! Aclaro: que nadie se crea que nunca antes había escuchado Dile al Sol, sí, pero no entero de un tirón. Había escuchado una canción aquí y otra allá. Aseguro que he escuchado hasta la saciedad Soñaré, Dile al Sol, Cuéntame al oído, El 28... (una de ellas incluso la tuve de tono de llamada, fíjate tú) todas esas canciones me han acompañado desde siempre. Pero hoy, ya con una mente algo más madura que la mente que escuchó por primera vez este disco, he redescubierto el primer álbum de mi banda favorita. Me he topado con Dos cristales, Qué puedo pedir o El libro. Y la frase que he puesto de título, me parece, simplemente, sublime. Me encanta.
¿La canción a la que pertenece? Una canción, cómo no, magiquísima:




domingo, 28 de agosto de 2011

Me he enterado hace poco de que la Osa Mayor no es solo el Carro.

Sí, así es. Leyendo un libro mío de Astronomía me enteré de que la Osa Mayor es gigante, enorme. Que ocupa prácticamente casi todo el cielo visible. Yo siempre creí, desde pequeñito, que era solo el Carro. Esas siete estrellas que hacen esa peculiar forma y ya está. Pero no, es muchísimo más grande.


Ahí está: la Osa Mayor al completo.
 Qué cosa tan impresionante y tan sobrecogedora es ver el cielo estrellado de noche. Tantas estrellas, tantos puntitos de luz que son, muchas veces, mucho más grandes que nuestro cálido Sol. Tantos mundos en los que, ¿quién sabe?, talvez haya vida. Siempre me he preguntado si el Sol se verá desde alguna de las estrellas que tenemos aquí en la Tierra agrupada dentro de una determinada constelación. Igual hay vida en algún planeta que gira a su alrededor. Y, si es así, si el Sol estará dentro de una constelación en su sistema de ordenación de su cielo estrellado... ¿Y en qué constelación estará el Sol de ser así?...

El mundo de la Astronomía me parece alucinante y me encanta. Siempre, desde pequeñito, he querido hacer la carrera de <<Astronomía>>... Lástima que no exista ningún grado de esas características, de verdad que lo siento en el alma. No me cuesta en absoluto aprenderme los datos de cosas como el nombre de ese satélite de Júpiter que está compuesto por planchas de agua helada, los años que tarda Urano en dar una vuelta completa al Sol, cuántas veces es Betelgeuse mayor que nuestro Sol, cuál es la estrella más cercana a la Tierra después del Sol... Datos que, en cuanto los leo, se me quedan. Qué cosas. Será que me gusta tanto que no tengo ni que asimilarlo, lo interiorizo al instante.

Nadie puede negar que no es mágico esto que estamos viviendo, esta vida. Nadie pude negar que no es mágico que, por casualidades del destino universal, la Tierra albergue vida. Nadie puede negar que no es mágico que de una bacteria de apenas un nanómetro, evolucionásemos una especie tan compleja como es el ser humano. Nadie puede negar que no es mágico. Nadie. Por que es lo más mágico que existe en todo el Universo conocido. Aunque, pensándolo bien, el Universo es Magia pura. Las formas sugerentes que hacen las supernovas al estallar, el sistema de planetas, cometas, y demás astros que es capaz de formar una estrella... Podría estar aquí siglos diciendo cuáles son las maravillas del Universo, describiendo cada detalle mágico que posee.

Y, por cierto, estoy prácticamente seguro de que no estamos solos en esta gigantesca casa que es el espacio sideral. Es imposible, hay miles de planeteas parecidos a la Tierra... Aunque de lo que sí estoy seguro es de que ninguno es tan mágico como nuestro entrañable planeta azul.

miércoles, 24 de agosto de 2011

El Castiello, el Arca, el León y el Lirio...

...son los signos heráldicos que componen el escudo cuartelado de una villa de la Montaña Oriental Leonesa, de la Tierra de la Reina. Una villa, un pueblo con mucha y muy importante historia; mi pueblo, Portilla de la Reina.


Los susodichos Castiello, Arca,
León y Lirio. O lo que es lo mismo,
el escudo de Portilla de la Reina.

Hace poco han sido sus fiestas, que giran en torno a San Roque, el santo patrón de Portilla. Fiestas de las que he vuelto ya hace casi una semana. Y he tardado en escribir una entrada por razones que desconozco (bueno, alguna sí la conozco y se llama no-acordarse-de-repente-de-que-tienes-un-blog-que-atender... En fin). Allí he pasado momentos geniales e inolvidables, como todos los años en Portilla. Sin embargo, este año ha sido uno de los más especiales, si no el que más. A la vez han pasado cosas algo raras y extrañas que no esperábamos que sucediesen y momentos de reencuentro con personas que creía algo lejanas...

Siempre me pasa cuando voy a mi pueblo, cuando mejor me lo paso son los últimos días y nunca me quiero ir. Pero, pese a que me vaya un día antes (solo uno, ¡eh!) de lo que el resto de la gente se suele ir, al final el pueblo poco a poco va despoblándose para quedarse con los veinte habitantes que tiene durante el largo y crudo invierno de la Cantábrica leonesa. Eso sí, en cuanto empieza el verano (me refiero al verano portillano, que empieza a principios de julio), Portilla se llena. Pero se llena hasta arriba... Pasa de tener veinte habitantes a doscientos, grosso modo.

Recuerdo con mucha añoranza y morriña los días pasados en Portilla de la Reina. Son días en los que se alternan verano e invierno: por el día calor abrasador, por la noche frío glacial. Días en los que solo paro en casa para comer y dormir. Días en los que se alternan tardes amenísimas con familia y amigos. Días de fiesta y de jolgorio. Días de ¡¡VIVA SAN ROQUE!!... Días de Magia, de una Magia que solo se puede respirar y vivir en el pueblo. Una Magia que jamás encontrarás en la ciudad, solo en el campo. Magia como la que sentí aquel día en Vallorza, cuando escribí una entrada con mi móvil (me costó lo suyo) entre peñas, sentado en la verde alfombra de la hierba. Magia como la que sientes esas noches frescas pero totalmente despejadas, cuando puedes ver con una perfección suma cada constelación del firmamento, tumbado sobre unas eras con gente a la que quieres, sonriendo tímidamente sin querer al sentir a los demás observando y pensando en el cielo, en la inmensidad. Magia como la que es propia de cualquier fiesta, en comunión con todo el pueblo que, al final, son todos familia de sangre, unidos por lejanos antepasados.

Y, más concretamente, una Magia que sólo se puede sentir en Portilla de la Reina.

domingo, 14 de agosto de 2011

Un valle sinfónico.

No puedo aguantar, tengo que escribir esto. Estoy en el valle de Vallorza, uno de los circundantes a Portilla de la Reina, mi pueblo. Entre montañas, subiendo, te encuentras finalmente con una inmensa llanura con colinas, llena de verde hierba y pequeñas florecillas. Flanqueada por altísimas montañas, algunas cubiertas de matorrales perennes. Un riachuelo de poco caudal atraviesa esta llanura de extremo a extremo...

Se puede pensar que no es un paraje tan encantador como lo puede ser otro cualquiera, y es cierto: tampoco tiene nada de especial. Sin embargo para mí sí significa mucho. Es poco accesible (para alguien de ciudad, claro); el camino a él por todo el valle está plagado de abruptos repechos y zonas de lodo de lluvia. Después de subir la última y más empinada cuesta, se abre ante ti ese rincón lleno de Magia y serenidad, esa llanura tan especial para mí. Es un surtidero de muchas especies endémicas de plantas, como el té de la peña o el orégano de Portilla, que deben ser solo ahí recolectadas...

Me he sentado en una de las piedras que conformaban los algo elevados contornos del riachuelo y he hecho una cosa que hacía ya tiempo que deseaba hacer... Respirando hondo, reproductor de música en ristre, me he puesto los cascos para escuchar la exquisitez de la Sinfonía n.° 40 de Wolfy, o Mozart como se le suele conocer...

Sin estar del todo ajeno a los sonidos de la naturaleza, el del viento sobre todo, he experimentado un momento de plenitud en toda regla. Una plenitud inconmensurablemente mágica. Parecía que la brisa mecía los delicados tallos de las flores al ritmo que marcaban las cuerdas, que el agua del río correteaba en sintonía con las semicorcheas... Una libélula verde y morada remontaba el río con su calculador vuelo, batiendo rapidísimo sus alas en los fortísimos... Vi a un pequeño gazapo brincando en saltos chiquititos las pequeñas colinas del monte, cuando la sutil percusión se lo indicaba. Los renacuajos del poco caudal del río, se movían gráciles, pero despacio, al son de oboes, flautas y clarinetes... Yo mismo estaba prácticamente mimetizado con la naturaleza. Estaba tan quieto, concentrado en todo lo que acontecía a mi alrededor... que incluso el gazapillo se atrevió a quedarse un rato parado, mirándome con unos ojos negros como el tizón, quizá olfateándome.

Viví los siete minutos y medio que dura la Sinfonía de un modo que no olvidaré. Un modo distinto y mágico, magiquísimo. Viví siete minutos y medio de auténtica plenitud, plenitud que no siento muy a menudo y que cuando la siento... Soy casi Magia pura.

martes, 9 de agosto de 2011

Qué extraña sensación...

El viernes día 5 de agosto fui a ver Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, 2ª parte. Y no tengo palabras. Las palabras que tengo son demasiado vacías para expresar lo que he sentido viendo esta última película, la última ultimísima. Una película que, espero con toda mi alma (de hecho creo que ya estoy seguro), ha pasado a la Historia del cine como una de las mejores películas del siglo XXI; al igual que la saga de literatura de Rowling.

Paradójicamente, no puedo definir mejor esta película que con el adjetivo <<mágico>>... Pero Harry Potter se merece este calificativo por encima de todos, porque es la Magia la gran protagonista de toda la trama. Una Magia que me hace trasladarme completamente a ese mundo, que hace que quiera que yo no sea un muggle más. Se cierra una auténtica era de un modo perfecto: resolviendo todo... Sí, aún nos queda la intriga de si el pequeño Albus Severus estará en Slytherin o en Gryffindor (quién sabe, incluso igual está en Ravenclaw o Hufflepuff), pero nos queda un sabor de boca dulce completamente. Finalmente se aclara la inconmensurable benevolencia de Severus Snape (yo siempre supe que Snape era bueno, siempre), quien Harry al final honra por encima de todo después de creer desde su primer año que era un mago malo. Muere Lord Voldemort, el señor oscuro, muere intentando sobrevivir, intentando matar al único horrocrux que él no quiso crear: el propio Harry. Aunque, para que Voldemort muera tienen que morir personajes tan simpáticos como Dumbledore o Snape...

Una película que está llena de mágicos momentos en todos los sentidos. Momentos de amistad, de amor, de tensión, de emoción, de Magia física y tangible... Creo que Harry Potter puede enseñarnos algo, algo que cada uno debe buscar entre los fotogramas de esta entrañable película. Sinceramente, no se me ocurre qué mas poner de esta película que verdaderamente me ha conmocionado... En cuanto terminó, con esa escena de Harry, Ron y Hermione convertidos ya en adultos, una sensación de tristeza me recorrió. Siempre que ibas al cine a ver Harry Potter, siempre, tenías la sensación, la certeza de que iba a haber otra película más... Casi siempre salías del cine diciendo: <<Bueno, a ver cómo es la siguiente>>. Sabías que había más raciones de Magia auténtica asegurada. Ahora ya no. Se acabó, para siempre. Siempre podremos revivir cada uno de los momentos de Harry Potter viéndolos en nuestro acogedor salón de casa, siempre podremos pasarnos un día entero viendo desde la Piedra Filosofal hasta las Reliquias de la Muerte, sabiendo por qué el Sombrero Seleccionador eligió a Harry en Gryffindor, por qué Snape mata a Dumbledore... Entendiendo todo. Hace diez años, cuando se estrenó la primera película de Harry Potter, nadie podía imaginarse la trama tan complicada, tan entrelazada y tan espectacular que tendría el pequeño niño que sobrevivió. Una exquisita historia, mágica, magiquísima en todos los sentidos.

También la banda sonora es, sencillamente, perfecta. John Williams, el compositor, hace completamente que sintamos lo mismo que los personajes en la pantalla. Totalmente. Esa tensión que se puede cortar con un cuchillo, esa alegría desbocada que sienten después de un costoso logro, esa emoción irresistible que hace que las lágrimas caigan tímidas de tus ojos... La banda sonora de Harry Potter es, para mí, la mejor junto con la de Amélie. No creo que encuentre bandas sonoras más mágicas y más sensacionales que estas dos. Ya escribí una entrada en Mi piano está afinado en Re # mayor, hablando sobre esta auténtica obra de arte musical. Unas notas que ya están grabadas a fuego en muchas de las almas de los espectadores y de los cineastas... Unas notas mágicas que nos trasladan, ¿a Hogwarts quizá?