lunes, 3 de octubre de 2011

Ellos existirán para siempre.

Los sentimientos perduran para siempre. Que no se me malinterprete, no quiero decir que si hoy eres amigo de Fulanito, vayas a serlo toda tu vida... Quiero decir que el sentimiento siempre quedará ahí, la esencia de lo que una vez sentiste. Lo han dicho infinidad de poetas y literatos, que el amor no se va aunque uno se muera. Nuestro físico, nuestro cuerpo, se perderá; es más, debe perderse necesariamente por razones del ciclo de la vida y la naturaleza. Se irá porque es material. Pero nuestra esencia, la huella que dejamos en los demás tardará más en irse (si es que algún día se va. Mira Cervantes, Mozart o Van Gogh, se han ido hace ya mucho y han dejado tras de sí un surco en la humanidad que nunca se irá), y los sentimientos sentidos no se irán, nunca. Aunque no te recuerden, esos fuertes sentimientos que has sentido por alguien (o por algo) quedarán volando para siempre por algún rincón del Universo... Como eso de que si viajásemos más allá de la Nube de Oort y sintonizamos la radio, escucharíamos la primera emisión que se hizo. Esas ondas de radio, esa información, solo se perderá cuando llegue al límite del Universo... y eso tardará bastante en hacerlo. Son cositas mágicas en las que me gusta pensar, que esas ondas que emiten las radios cada día comienzan un viaje que las llevará por infinidad de rincones espaciales, recorriendo este inmenso hogar y yendo a lugares  que la raza humana jamás conocerá.
Pero nuestros sentimientos no son ondas de radio, porque eso también es algo físico. Nuestros sentimientos son mágicamente etéreos. En el momento en que los sentimos, salen disparados de nosotros: unas veces sin que nadie lo note, otras con el disparo reflejado en nosotros, algunas con risas o llantos... Y comienzan un viaje sin fin, un viaje de Magia quién sabe si por la Tierra o por los confines de todo el espacio sideral, pero un viaje infinito al fin y al cabo. Igual cuando el Universo se contraiga, se expanda hasta morir o le ocurra lo que tenga que ocurrirle, ese amor, simpatía, cariño, enemistad, alegría... siguen por ahí, danzando en la nada: sin tiempo y sin espacio. Pero da lo mismo, porque no están atados a los límites de la materia, ellos son mágicamente etéreos y existirán para siempre, para siempre de veras.

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