viernes, 30 de septiembre de 2011

Bien, bien, bien, bien.

Qué bien me siento. Sí, es muy simplón y poco profundo, pero es como estoy: contento. Claro que estoy feliz dentro del inconformismo en el que todo (o casi todo) ser humano vive: siempre queremos más y mejor, aunque lo que tengamos no esté nada mal. Sinceramente, en cierto lugar podrían haberme tocado unas muchísimo mejores circunstancias que no eran tan difíciles de cumplir, pero no estoy mal (aunque, inevitablemente, me queje).

Creo que el destino es muy inteligente. Nos complace en un modo que tardamos en ver y nos perjudica en aspectos que rápidamente distinguimos... El destino siempre equilibra la balanza: si te regala un ambiente de lujo, te va a quitar algo que anhelabas con todo tu alma. Supongo que no se puede tener todo. Pero sí es cierto que la mayoría de las bondades del destino se ven a, relativamente, largo plazo. Un destino que no está preestablecido ni escrito con antelación, ahora que tampoco es un destino del que nosotros seamos dueños. Tú no eliges tu destino, aunque tampoco está ya elegido. Es una paradoja bien complicada, pero pienso que el destino tiene una mezcla de ambas teorías: la del destino ya escrito y la del destino que cada uno forma. Es verdad que muchas veces tú eres quien decide qué hacer y eso, no nos engañemos, no estaba ya preestablecido que ocurriese. Sin embargo, otras muchas veces no eres tú el que guía el camino de tu vida, sino que entran en juego las casualidades, las demás personas, tu genética... Esta última es la prueba más fehaciente de que ya hay un futuro marcado, marcado por tus genes, que desde el momento en que naciste, sabían cuánto ibas a medir, qué dolencias crónicas ibas a padecer, cómo evolucionaría tu mente... Por eso nuestro amigo (y a veces enemigo) el destino no es tan concreto como para encerrarlo dentro de una única realidad. Él es etéreo y mágico, por eso vuela y se pasea por todo.

Yendo al grano, mi felicidad puntual de hoy se debe a lo bien que me encuentro en el nuevo ambiente del que ahora formo parte. Y con esto me refiero a que me siento genial en el instituto. No todo el mundo me decía que me fuera a encontrar bien al principio en un sitio nuevo, aunque sí que había mucha gente que me aseguraba que iba a estar perfectamente... Si hubiera sabido que a día de hoy estaría tan contento allí, no hubiera echo una montaña de un grano de arena y mi entrada sobre mi marcha del Leonés - J. M. hubiera sido diferente (porque ahora me parece un poco cursilada. Pero como siempre digo, si era lo que sentía en ese momento, bien está y no tengo por qué arrepentirme de ello. Sí señor). La verdad es que he tenido suerte con mis compañeros, porque son excelentes. Podría decirse que ciertamente me siento como pez en el agua. Un pez jovial en un agua de Magia, un agua que tiene por nombre Juan del Enzina.

martes, 27 de septiembre de 2011

Bompi y Magüita.

Perdonad mi extrema sensiblería, pero hoy estoy nostálgico. Me he puesto a recordar aquellos días felices y pasados: felices porque era un niño muy chiquitito prácticamente sin preocupaciones y pasados porque ya jamás volverán. Y al echar la vista atrás siempre reflexionamos (y filosofamos) un poco. Yo he llegado a la conclusión de que los muñecos con los que pasas tu más tierna infancia te dejan, de algún modo u otro, una huella imborrable en el subconsciente. Un rastro mágico, verdaderamente mágico (tanto que hasta incluso se puede ver el rastro de polvos mágicos que acarrea).

Especialmente tenía un muñeco de pequeño al que no dejaba ni a sol ni a sombra: se llamaba (y se sigue llamando, porque aún lo conservo) Bompi. Nadie sabe muy bien por qué decidí llamarlo así, aunque la teoría más aceptada por la multitud es que Bompi surgió de una mezcla entre el conejillo de Bambi, Tambor, de los saltos que hacían los conejos y de no sé qué con mi prima Paula... El caso es que así se llama y así se llamará por los siglos de los siglos. Resulta que Bompi era, en realidad, un sonajero; pero con apariencia de muñeco: mullidito, hecho de tela... Tenía las orejas de una forma característica, eran solamente trozos de tela doblados peculiarmente, no tenían el relleno que tenía el resto del cuerpo de Bompi. De pequeño no paraba de pasear sus suaves orejas por mi cara y, curiosamente, por la cutícula de mis uñas. Además, tenía otro ser inerte (inerte atendiendo a razones estrictamente científicas, porque a mí me transmiten una vitalidad tremenda) muy muy querido: Magüita. Ella era una almohada para las cervicales con una forma diferente y singular. El nombre supongo que venga del diminutivo "Almohadita", pero deformado por la forma de hablar de los bebés. Fíjate tú que Magüita también tenía sus cuatro esquinas solo de tela, porque el relleno de la almohada no cubría las puntas, reduciéndolas a trozos de tela sin almohadillar. Con Magüita también me afanaba pasándome sus esquinas por las cutículas de las uñas, esa manía extraña y, ¿por qué no?, mágica.

Pues bien, hoy en día hago un gesto muy similar con los cuellos del polo cuando lo llevo puesto. Froto las puntas de los cuellos con la cutícula de mis uñas y me relaja muchísimo... Las esquinas de los cuellos de los polos son parecidísimas a las orejas de Bompi y a las puntas de Magüita. Es la huella y la herencia que me han dejado, una huella que ya nadie puede borrar. Una extrañísima manía que, además, no comparto con absolutamente ningún miembro de mi familia. Un gesto de Magia que, gracias a ellos dos, mantendré, lo más seguro, hasta el resto de mis días.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Somos raros.

El ser humano es diferente a otras especies animales. E idéntico a ellas. Somos una especie de mezcolanza irresoluta de la naturaleza... Somos, como se dice en cierto libro, hijos de ángeles y demonios: capaces de hacer las cosas más bellas y amar por encima de todo, pero también con esa llama destructora y ese odio que traspasa cualquier límite. Raros los humanos, sí. Y es que muchas veces lo raro es normal y viceversa, ¿a qué llamamos raro? A lo que no nos parece normal, pero ¿qué es normal? Nosotros mismos somos raros, la vida en general es rara, una rareza mágica dentro de un Universo prácticamente yermo...

Y, como raros que somos, hacemos las cosas más extrañas que se puedan imaginar... Claro que como estamos acostumbrados a ellas no nos lo parecen tanto. Cantar en la ducha. ¿Por qué cantar mientras uno se lava, se asea, se acicala? No solamente cantamos cuando estamos bajo la alcachofa, claro está, pero nuestra voz nos parece en ese momento sacada de cualquier ópera, de la profunda campanilla de cualquier tenor o soprano. Tarareamos mientras hacemos una tarea monótona y que requiere, más o menos, poca dificultad. ¿Será una forma de singularizar lo anodino?... Reconocer figuras en las nubes. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? En esos cúmulos de vapor de agua que ni siquiera tienen intenciones, muchas veces vemos con suma perfección la forma de una ballena, o de una tortuga quizá; incluso a veces visualizamos complejísimas escenas en las que intervienen varios entes. Y lo bonito que es, la Magia que supone reconocer cosas en las formas cambiantes de las nubes... Muy bonito y muy romántico: típica acción de la pareja de enamorados que se escapan una tarde al campo. Tomar algo dulce después de comer. Bien es cierto que muchísimas veces no se hace así, pero ¿por qué dulce, por qué ese sabor? No solo en España, ni siquiera en Europa: la mayoría de las culturas así lo hacen. Infusiones, pasteles, frutas... Tal vez sea un deseo de que la jornada transcurra dulce, agradable, como el sabor que se te queda en la boca al finalizar la comida. Tal vez por eso no sea el amargo el sabor final, porque nadie deseamos una tarde amarga, de sufrimiento y angustia...

Raro es también esto que escribo sobre las cosas raras que hacemos nosotros, los raros humanos... ¿La Magia es rara? Probablemente sí lo sea, pero yo prefiero pensar que no. Que la Magia es mágica, no rara. Aunque, mirándolo bien, hay rarezas que son muy mágicas...

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hoy la música es amarga.

Se oyen gritos de felicidad apenas al doblar la esquina. Veo sonrisas que muestran la más alegre de las caras a su interlocutor, que también ríe. Respiro la felicidad en el aire y el rocío de la mañana parece que también está contento. El ambiente escupe esa impía alegría ajena, esa alegría que parece que contagia a todo el mundo menos a uno mismo. Una alegría que no estoy autorizado a sentir porque, quizá, no haya firmado aún el impreso que recoge las prohibiciones del afecto humano... La gente vomita risas a mi alrededor; yo, como un arrogante hipócrita, río también y finjo sentir la más plena de las algarabías. Soy cobarde, muy cobarde, porque no me atrevo a llorar con la cara descubierta. Creía ser uno más entre la humanidad, creía poder pasar a la memoria colectiva de nuestra inmensa especia como un creador de arte, creía estar al margen de toda esa estulticia adolescente... Pero soy uno más, una más de esas bocas mentirosas que muestran al mundo una sonrisa brillante y llena de buenas vibraciones. Hoy la Magia no me visitó porque no fui puntual en mis promesas, aunque en mi corazón son las más sinceras. Los sueños tan perfectamente formados en mi mente, tanto que puedo sentir cada abrazo y cada beso, se evaporan con la rapidez de una centella. La noche es cruel: bien lo sabe la luna, pinta todo de negro y todo es angustia pegajosa. Hoy la música es amarga porque no puedo sentirla con quien quiero. Hoy cada corchea me aguijonea el alma con su afilado corchete. Cada bemol se cuelga a mi corazón y cada clave de Fa obliga a mis ojos a fabricar lágrimas que crean ya surcos en mis mejillas. Se avecina un año de nieves perpetuas que no me dejarán ver más allá de la enorme montaña escarpada, una montaña que he tratado de subir varias veces y alcanzar su cumbre... Pero fantasmas que no habían sido llamados me empujan a la falda con dolor. Lo intento una y otra vez, no desisto, pues en la cúspide de esa pirámide de roca se encuentra una joya tan valiosa que ni es joya: es corazón de terciopelo. Desisto en mi intento porque sé que ya es imposible y me limito a observar ese corazón brillante desde el valle. Tengo a mi vista la cosa más hermosa del mundo, lo más bello que existió sobre la faz de la Tierra. Es una tortura china, como el agua en el Cañón del Colorado: siempre a la vista pero inaccesible. Y esa es mi condena: ver por toda la eternidad la hermosura más perfecta sin poder jamás llegar a tocarla... Y mientras, esa música amarga se introduce en mi tímpano para sangrar mi oído, mis ojos y mi corazón.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Pavor.

Auténtico pavor, puro y duro. Ayer estuve figurándome eso de dentro de dos años (es decir, nada) la universidad. Y de repente me entró un miedo y una frustración del quince. Quise que se quedase estancado todo en la actualidad, que siguiera pasando el tiempo y eso, pero nunca abrirse al mundo. Me entro una comezón impresionante: dejar de ver a buenos amigos con los que, quizá, no te vuelvas a ver en mucho tiempo. Dar un vuelco de 360 grados a tu mundo. ¡¡Buff!! Sentí verdadero pavor, pavor por el futuro. Decisiones que son muy importantes, y muchas veces tomas aquellas que son equivocadas y que te marcarán para el resto de tus días. Muchas veces me planteé un futuro, pero no estaba en las circunstancias en las que estoy ahora y me parecía bonito y de color rosa. Ahora me sentí al borde de un enormísimo precipicio del que no se veía el final...

Por eso, me tranquilicé. Me dije: <<Lo único de lo que te tienes que preocupar es de mañana, de tu futuro inmediatamente posterior. Ya habrá tiempo de comerse la cabeza y de llorar pérdidas, ahora vive el momento>>. Porque lo que de verdad importa es disfrutar del día a día, dejar de aventurarnos al futuro porque muchas veces es hasta nocivo. CARPE DIEM. Vivir el momento con quien tu quieras. Solo así serás capaz de saborear tímidamente la Magia... Aunque solo sea con la punta de la lengua.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Mi pequeño homenaje a Crónicas Salemitas.

La Magia en un blog sí se puede sentir. Magia de varias maneras. Y yo, desde el primer día que me topé con Crónicas Salemitas, sentí la Magia; la Magia particular de El Cronista. Me odio a mí mismo por no acordarme muy bien de cómo me topé con este blog exactamente, sé que tuvo que ver con algo de mi acérrima afición hacia Laura Gallego y sus obras... Pero no sé exactamente cómo. Eso sí, me di cuenta prácticamente enseguida de que ese blog iba a ser uno de mis "Más visitados" en el historial del Explorer. Reconozco que me cautivó, principalmente, por sus sublimes viñetas. Y por eso mismo decido hacer hoy este pequeñito (pero mágico) homenaje a este señor blog y a su creador. Ayer Cronista hizo su entrada Cien viñetas de Crónicas Salemitas, y en mi fuero interno sentí que debía gritar en voz baja mi admiración hacia este espacio de la blogosfera. He envidiado a Cornista incontables veces por ese don que tiene para dibujar (envidia sana, eh)... Es un blog que muchas veces me dice lo que quiero oír y muchas otras veces no, alterna opiniones que comparto absolutamente con opiniones en las que discrepo. Por eso me encanta. Y, sobre todo, me encanta porque es un blog creado por un fan de Laura Gallego, mi escritora por excelencia... Ya he contagiado de frikismo idhunita a varias personas y me siento orgulloso de ello, y nunca olvidaré ese verano cuando, en Asturias, llegó a mis manos El valle de los lobos: primer libro de la valenciana que leí. Como no podía ser de otra forma, hasta mi sobrenombre cibernético (Kalinor) tiene que ver con este magiquísimo mundo. Por eso, y aunque no sea gran cosa, hoy lanzo un grito que espero que llegue lejos. Hoy digo al mundo que viva un mágico blog, ¡¡¡QUE VIVA Crónicas Salemitas!!!

jueves, 15 de septiembre de 2011

Es curioso...

Hoy ha vuelto definitivamente nuestra amada/odiada Mrs. Routine a nuestras vidas. Y lo ha hecho por la puerta grande. Mi primer día en el Instituto Que Lleva Mi Nombre no ha estado mal, de hecho sigo en la letra A (cosa que, pese a ser una chorrada, ME HACE UNA ILUSIÓN PRÁCTICAMENTE INCONMENSURABLE) con varios amigos: dos de mi ya excolegio Leonés - J. M. y otros buenísimos amigos del Juan como Inés, Miguel y demás. De todos modos, en los recreos sigo teniendo al genial Triángulo de las Bermudas en acción entre otras amigas de mi antiguo cole.

Curiosamente ha pasado algo después de haber concluido la presentación (bastante después) que me ha dejado perplejo, atónito... Tal y como twitteé. Por cosas que vislumbré me hice un mundo mental, un universo más que mágico y que podía ser perfectamente posible y fidedigno... Pero que acabó por desmoronarse ante mis ojos; no del todo, pero se desmoronó al fin y al cabo. Es curioso como viendo algo en cierto lugar nos podemos hacer todo un castillo en el aire (¡qué coño castillo...! ¡¡UNA FORTALEZA!!) con todos sus departamentos, almenas y torres para que luego un soplo de aire fresco te lo tumbe del tirón...

Hoy me apetece especialmente dejar un apunte musical de lo nuevo de La Oreja de Van Gogh, Cometas por el cielo (título que, como dije en la entrada anterior, me parece poco original para ellos). Es una canción que realmente la siento mía, que refleja sentimientos y sensaciones que he sentido. Uno de los temas con más Magia de este álbum. Me parece que, a parte del tema que salta a la vista, es un mensaje de lucha y tesón, de no rendirse. Porque son los reflejos que queremos proyectar los que mejor nos definen...


martes, 13 de septiembre de 2011

La radio es una orquesta y mi calle es Nueva York.

Hoy es día 13 de septiembre. Probablemente a la mayoría de los mortales esta fecha no les diga nada, sin embargo para mí es bien importante. Es especial por varias cosas que aquí no relataré, pero siempre suele ser un día en el que hago cosas reconfortantes. Hoy, sin ir más lejos, fui a ver el primer concierto del <<Septiembre Musical>> que se organiza en León. Fue en la Plaza de las Palomas (o de San Marcelo, que es su nombre oficial) y estuvo, la verdad, muy bien. Escuché a dos agrupaciones pertenecientes a la Joven Orquesta Provincial de Málaga, o JOPMA como se hacen llamar. Un cuarteto de cuerda que interpretó repertorio mozartiano y un quinteto de viento que tocó unas obras realmente chulas, divertidas y mágicas, sobre todo mágicas. Me resultaron bastante familiares, pero no supe identificar de qué me sonaban. Desde luego me encantó esta primera etapa del <<Septiembre Musical>> leonés.

Hoy, día 13 de septiembre de 2011, también ha salido a la venta el nuevo disco de La Oreja de Van Gogh: Cometas por el cielo. Pese a que el nombre del álbum no me parece digno de la originalidad de la banda donostiarra (que tiene títulos tales como Lo que te conté mientras te hacías la dormida o A las cinco en el Astoria, nombres mucho mejores para mi gusto), muchas de las canciones que se descubren en su interior me resultan más que gratificantes. Hay frases que me encantan, que dan muchísima Magia a la canción en la que están. Generalmente nunca me defraudan las letras de La Oreja y esta vez no ha sido una excepción. Además puedo decir que ya he adquirido la edición especial limitada por este útil invento que es Internet, aunque todavía tengo una larga espera hasta que el inédito llegue hasta mi puerta. Recomiendo ciertas canciones, y otras, sinceramente, no me convencen del todo. Siempre diré que El viaje de Copperpot es, sin duda alguna, su mejor trabajo y el más mágico también. Tiene unas canciones sublimes, que transportan la Magia desde el altavoz directamente a tu corazón. Son canciones realmente buenas, de puro pop. Hay un par de canciones en Cometas por el cielo que son demasiado unch-unch para La Oreja. También es verdad que la letra es la misma de siempre, con ese espíritu, y que de tanto escucharlas ya me he acostumbrado y me parecen unas canciones más... Conclusión: que los de San Sebastián han hecho unas canciones que me siguen conmocionando y transmitiendo unas sensaciones bastante similares y siempre mágicas.

¿Trabajo para realizar con el álbum ahora? Aprenderme todas las canciones, que el día 4 de noviembre (día del cumpleaños de mi queridísima amiga Henar) vienen a León a deleitarnos con un conciertito.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La inspiración ha de pillarte trabajando.

A cinco días de la gran depresión, escribo. Faltan cinco días (en apenas dos horas faltarán solo cuatro) para que Mrs. Routine se haga de cuerpo presente otra vez en nuestras vidas. Yo la veo como una señora algo mayor, con gafas apoyadas en las aletas de su nariz, que para mirarte de cerca tiene que subir su cabeza, dándole sin querer unos aires de superioridad. La veo erguida y muy alta, con un moño perfectamente recogido. Es muy necesaria y te aprecia, pero su vuelta se hace dura... Sin haberla visto durante tres meses te has acostumbrado a no tener que cruzártela todos los días, y ahora debes convivir con esta señora. Pero, al final, te acabas haciendo a ella porque tú también la quieres y la necesitas... Aunque estás deseando siempre que estás con ella que se vaya lejos y que no vuelva. Así es Mrs. Routine, alguien hacia quien experimentamos un complejo amor-odio.

Sigo con mi harrypotteritis: hoy me estuve documentando sobre la infinidad de hechizos y encantamientos (que no es lo mismo una cosa que otra) que existen. He descubierto que algunos, como el Flipendo, han sido inventados para los videojuegos de Harry. Otros como el Desmaius, han sufrido una traducción al castellano de su original inglés (Stupefy en este caso)... Y demás curiosidades sobre esa Magia con todas las letras que sale de las varitas de los magos cuando pronuncian estas complicadas palabrejas. A raíz de esto me han entrado unas ganas increíbles de ponerme a escribir y a crear un universo complejo, una historia original y diferente. Obviamente nunca podré llegar a hacer lo que ha hecho Rowling con su pequeño Potter, pero quiero inventarme una mágica novela compleja. Y me frustro porque ahora mismo no se me ocurre nada. Tengo en el cajón de proyectos una novela de la que tengo escrita unas trescientas páginas y que aún no he acabado, pero ahora el tema me parece bastante aburrido y baladí. Quiero comenzar de cero y construir un entramado de tramas (valga la redundancia) al mismo tiempo que intente encender la Magia a través de las palabras. Dicen que la inspiración ha de pillarte trabajando, que hasta los grandes escritores tienen pavor al folio en blanco... Pero late en mí una Magia que solo puede salir de él en forma de novela, de novela trabajada y bonita. Sí. Con borrador, con apuntes, con garabatos. Una novela repleta de Magia y de mágicas vivencias. Quiero escribir, he dicho.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Definitivamente padezco harrypotteritis.

¿Que quién me ha diagnosticado la harrypotteritis? Yo mismo. Sí. Y es que desde que he visto Harry Potter 7.2., no hay forma de quitarme de la cabeza lo guay y lo genial que es Harry Potter.

Me he vuelto a aficionar a los videojuegos, solo los de Harry Potter claro. Estoy como loco pasándome el juego de Harry Potter y el Prisionero de Azkabán; estoy llegando al final y ya necesito otro videojuego del niño que sobrevivió para poder sobrevivir yo. Quiero comprarme cuanto antes el Misterio del Príncipe y las Reliquias de la Muerte (ambas partes), así como conseguir la Cámara Secreta, que no la tengo. Deseo fervientemente ver otra vez Harry Potter, la saga entera, de inicio a fin. Me sorprendo a mí mismo dibujando escudos de Hogwarts en los papeles en blanco cuando me aburro. Tarareo una y otra vez el Hedwig's Theme...

Esto no podía ser otra cosa que la mejor "enfermedad" que uno puede padecer jamás, la harrypotteritis. Una enfermedad de la que, si soy sincero, no quiero recuperarme en muchísimo tiempo. Es, creo, la única mágica de las enfermedades. Confesaré que cuando era pequeño y nos mudamos de casa, había un palo considerablemente largo de madera (resto de la mudanza) que yo utilizaba como mi varita personal. De ella salieron millones de Flipendo, Alohomora, Petrificus Totalus, Wingardium Leviosa... No salió ni un solo Avada Kedavra (no confundir con Abracadabra) porque no lo conocía, punto primero, y por si acaso. Aunque el espíritu de hacer hechizos no corría por mis venas como lo hacía por las de Potter, Weasley y Granger, yo me lo pasaba como un auténtico enano haciendo esos encantamientos...

Bueno, mientras siga con la harrypotteritis, seguiré buscando información en internet de los fundadores de Hogwarts y sus respectivas casas (Gryffindor, Huflepuff, Ravenclaw y Slytherin), seguiré jugando con mi Play a todos los videojuegos inspirados en los libros de la británica J.K. que encuentre, seguiré ilusionándome cada vez que vea de nuevo una película de Harry Potter, seguiré dibujando torpemente escudos de Hogwarts... Y querré siempre poder escaparme por el andén 9 y 3/4 cada vez que pase por Londres.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Lo abstracto de la contradicción segura.

Mientras las nubes se agolpan sobre el cielo de un otoño cercano, pienso. Las formas sugerentes que las bolas de vapor de agua forman al chocar, al revolverse, despiertan en mí un interés que está lejos de saber lo que a ellas acontece. Lo abstracto de reconocer grotescas figuras en el contorno de esos cúmulos de algo parecido al algodón a veces resulta absurdo, pero siempre lo hermoso se antoja quizá anodino. El recuerdo y las imágenes cruzan fugaces el cielo, abren un rayo en una nube y descienden de ella hasta mí. Veo el pedazo de papel intangible que trae el haz cegador de luz y reconozco aquello que en él está impreso. Me estremezco de pena y placer y una sonrisa estalla en mi boca, al tiempo que dos lágrimas psicológicas manan de mi lacrimal. Entonces, se repite la misma reacción: lágrima y sonrisa impactan en una supernova de sentimientos que trae consigo una bella ensoñación. Tonos de colores que no existen en el espectro visible crean una amalgama de pinturas que me impiden ver ahora el cielo encapotado. Me sumerjo en mi propio delirio y me olvido del mundo exterior, queriendo desechar el egocentrismo e invitar a la solidaridad. Intento zafarme, pero los sonidos de un instrumento que ni siquiera conozco me atrapan con la fuerza de un ciclón... Un instrumento que, probablemente, haya surgido de la supernova anterior, uno que solo existe en mi mente. Cruzo parajes familiares y desconocidos al mismo tiempo: colinas pastadas por caballos, tierras llanas donde siento clamores de guerra, cumbres inhabitables con rocas llenas de experiencia, trigales de campesinos adormilados, playas turquesas desiertas en las que quiero bañarme, bosques que son hogares de los embajadores de la Magia, cuevas oscuras que reflejan en sus estalagmitas la luz... La fotografía caída del cielo me acompaña, es un ángel que ha perdido sus alas y aún no sabe bandearse en el mundo terrenal. Me quiere y me rechaza, sabe que quiero ayudarle. Caigo entonces en la cuenta de que todo lo que creía que era producto de mi imaginación es la complicada mente del ángel. Tampoco es eso cierto del todo: es una mezcla de nuestras dos mentes. El cielo lleno de nubes anterior a su caída fue el preludio de un bello viaje que me arañaría el alma poco después. La abstracción deja su huella en sus ojos y en mi corazón éstos se hunden en lo profundo para no salir a flote jamás. Llevo mi mano a la región izquierda de mi pecho y ahogo un grito de dolor y alegría: he descubierto que el ángel que me acompaña es el mejor de su reino... Pero también ha rechazado mi ayuda. Finalmente un sopor que precede a un fuerte mareo me inunda, me hace saber que todo esto es una contradicción. Me quejo. Me duele la cabeza. Cierro los ojos... Experimento una sensación de aterrizaje, estoy tumbado. Me froto los ojos y me incorporo. Ante mí, un inmenso cielo grisáceo-azulado... Y, mientras las nubes se agolpan sobre el cielo de un otoño cercano, pienso.