domingo, 24 de junio de 2012

San Juan..., sin Juan.

Algo que no entiendo y que escapa a mi comprensión. Espero dejar de lamentarme por casi todo, pero es realmente lo que me inspira estos últimos días. Hoy es San Juan; ayer fue la Noche de San Juan. Fiestas en León y mi santo (Johann es Juan). Ya sabía lo que me esperaba, como todos los años no cambió el panorama en absoluto. Solo que no me sentí ni siquiera como en una fiesta normal. Estaba, de nuevo, desplazado. Todo el mundo tenía su sitio, si no era emborrachándose como una cuba, era morreándose con el primero que pasaba; y si no eran las dos cosas a la vez, estaba hablando, haciéndose el seductor, encontrándose con amigos que hacía tiempo que no veía. Esto último sí que puede ajustarse a mí, porque me encontré con M. (Ah, Money, we all know we love it),y demás tropa, lo que me hizo verdaderamente muchísima ilusión. Pero no. No hubo San Juan para mí. El día grande de las fiestas de la ciudad de León, dedicado al primo de Jesucristo, San Juan Bautista, tuvo a uno de sus tocayos bien lejos.

Todos se lo pasaron de perlas, y yo hubo un momento en el que adiviné esa diversión, al principio de la noche (que tampoco estuvo carente de sus peripecias). Todos disfrutaron de mi santo. Yo no. Yo me llamo Johann, Juan. Y es una evidencia más de que me trajeron a un mundo equivocado.

jueves, 21 de junio de 2012

Puerta al verano.

Vuelve a empezar el verano, como cada año, como cada fin de curso. Vuelve a empezar y, este verano, tengo la sensación de que las mismas vacaciones son una rutina de la que tampoco es fácil salir. No hay clases y siempre harás lo mismo. Pasará un verano igual y parecido. Sin nada especial que recordar, al menos no más especial que lo que pasó el resto de los veranos. Las expectativas que tenemos del verano, de pasárnoslo bien con cierta gente, no siempre se cumplen; es más, casi nunca lo hacen.

Pero este verano va a ser especial. Porque este verano es el último verano que vamos a pasar con todos cerca. Porque este es el último verano antes de empezar a adentrarnos en la vida prelaboral. La universidad apenas está a 365 días ya. Y con la universidad, las separaciones inevitables e inminentes de las que ya he hablado por aquí. Y, aunque sea el último verano así, no aprovecharé el tiempo con la gente a la que no quiero olvidar como lo creeré oportuno, y la gente a la que especialmente quiero no se lo pasará bien conmigo, y tantas cosas que no me apetece reflexionar aquí, porque ya llevo unos cuantos post en P-êM algo pesimistas...

Miremos el lado bueno, el de las pequeñas cosas que solo ocurren en verano. Levantarte por la mañana, a la hora que te diga el cuerpo. Levantarte y verte solo en casa, solo con tu gato que se pondrá mimoso cuando te sientes en el sillón. Desayunar lentamente y sin prisa. Ponerte a inventar mundos paralelos en la soledad y el silencio de tu casa. Ver el Sol que entra por la ventana y su luz y su calor imparables. Salir por la tarde a hacer cualquier cosa, escuchar música que te recuerde tantas cosas. Ver fuegos artificiales entre silencio y ruido. Ir al campo por la noche y ver las estrellas. Ir al cine de vez en cuando, ver alguna película que realmente te apetezca ver. Pasar noches con amigos, charlando en la cama o en vela... Supongo que eso son cosas que solo podemos hacer en verano, un verano rutinario, pero un verano al fin y al cabo.

Y, aunque quizá no tenga mucho que ver con esto, me estoy dando cuenta de que puede que esté empezando a madurar. Sé que ya no me afecta tanto que aburra a ciertas personas, o que no las importe, o que no se preocupen por mí como podrían hacerlo de mirar lo que yo he hecho. Es madurez el ser egoísta sin ser ególatra. Una maduración indeseable, pero son ciertas personas las que me han obligado a madurar así para no morir en el intento.

Ahora vayamos al armario y desempolvemos las gafas de sol, desdoblemos los pantalones cortos y salgamos a que nos bañe la luz del Sol.

martes, 5 de junio de 2012

Mi grito sin destinatario.

No me gusta mi vida--dijo, pausadamente--. Mi vida, esas circunstancias conexas que hacen sentir que estoy perdiendo el tiempo a cada minuto que pasa. He tenido suerte en muchas cosas, muchas. Pero la vida no me trata como al resto, soy diferente. Pero soy diferente en el mal sentido--se paró. Luego reanudó su plática--. Miro a mi alrededor y no hago más que ver caras felices, amigos que tienen alguien en quien reside todo su sentido de vivir, una persona que puede darles todas las cosas que completan a un ser humano, desde la parte más animal a la más racional. Gente cuyas experiencias abaten las mías, cuyos besos dados sextuplican a los míos, cuyos amores correspondidos son mayores que cero, cuyas almas están hechas para la sociedad en que vivimos.
>>Se suponía que yo era capaz y, más o menos, brillante en algunas cosas--apuntó, con aire de nostalgia--. Pero esas cosas se han encargado de caerse por su propio peso, apenas hace unos días. Ni arte ni ciencia son para mí, tampoco el amor o el pensamiento, ni siquiera el plasmar esto que se me pasa por la cabeza con palabras es algo que sepa hacer bien. ¿Quién me dice que no estoy en el lugar equivocado? ¿Quién me dice que yo debí ser enviado a otro mundo, a otra Tierra en un sistema planetario tan alejado de nosotros que su modo de vida aquí se haría escandaloso? ¿Quién me asegura que la vida que aquí me espera es la que merezco por ser alguien extranjero?... No niego que esta vida me ha premiado con padres atentos, amigos que me quieren y logros satisfactorios. Pero cuando nadie te hace caso porque viven felices su vida, o porque están obcecados en su desgracia, cuando la tuya no tiene parangón a su lado, te hace sentirte fuera de sitio. Ya no cuando pasa espontáneamente, sino cuando has dado un grito de ayuda, de clamo y de atención y se ha quedado consumido por un tejido absorbente que cubre los corazones de esas personas que un día te prometieron atención.
>>Mi vida es inconclusa--añadió ya sin esperanza--. Me trató mal la vida. Pero lo que digo es hipócrita, puesto que hay gente que lo pasa infinitamente peor que lo paso yo, en este viaje en un mundo equivocado. Lo pasa peor, sí, pero encaja. Yo no digo que me sienta desafortunado por vivir la vida que vivo, al contrario, creo que, comparándome con el resto de la población mortal, tengo unas condiciones más que envidiables para desarrollar un estado de felicidad óptimo... pero no lo desarrollo, ni siquiera atisbo su comienzo en lontananza. Me siento desesperanzado como un ave que no ve tierra donde aterrizar, como un barco al que el faro, siempre dispuesto, ignora; como esa cría de dragón que salió del huevo y se encontró con su especie extinta por la falta de Magia en su mundo, por la falta de creer que alguien puede ser genuino tal y como es, por la falta de cariño, por la falta de atención, por la falta de altruismo que a mí mismo también me falta...
>>Pero qué más da--concluyó, con la voz en un susurro--, si estas palabras también caerán en saco roto. Nadie las leerá y, si alguien las lee, nadie se dará cuenta de qué quiero decir y de a quienes estoy llamando. Nadie entenderá mi porqué, y si alguien lo entendiere, me tacharían de quejica y maleducado, soberbio por no ver que mi vida es un camino de rosas, aunque yo discrepe totalmente. ¿Que para qué declamo esto? No sé, supongo que para que, aunque nadie hoy por hoy se preocupe por esta conjunción de letras estudiada, quizá en el futuro alguien descubra esto que aquí dejo y sea el primero que se compadezca de mí de algún u otro modo...