martes, 5 de junio de 2012

Mi grito sin destinatario.

No me gusta mi vida--dijo, pausadamente--. Mi vida, esas circunstancias conexas que hacen sentir que estoy perdiendo el tiempo a cada minuto que pasa. He tenido suerte en muchas cosas, muchas. Pero la vida no me trata como al resto, soy diferente. Pero soy diferente en el mal sentido--se paró. Luego reanudó su plática--. Miro a mi alrededor y no hago más que ver caras felices, amigos que tienen alguien en quien reside todo su sentido de vivir, una persona que puede darles todas las cosas que completan a un ser humano, desde la parte más animal a la más racional. Gente cuyas experiencias abaten las mías, cuyos besos dados sextuplican a los míos, cuyos amores correspondidos son mayores que cero, cuyas almas están hechas para la sociedad en que vivimos.
>>Se suponía que yo era capaz y, más o menos, brillante en algunas cosas--apuntó, con aire de nostalgia--. Pero esas cosas se han encargado de caerse por su propio peso, apenas hace unos días. Ni arte ni ciencia son para mí, tampoco el amor o el pensamiento, ni siquiera el plasmar esto que se me pasa por la cabeza con palabras es algo que sepa hacer bien. ¿Quién me dice que no estoy en el lugar equivocado? ¿Quién me dice que yo debí ser enviado a otro mundo, a otra Tierra en un sistema planetario tan alejado de nosotros que su modo de vida aquí se haría escandaloso? ¿Quién me asegura que la vida que aquí me espera es la que merezco por ser alguien extranjero?... No niego que esta vida me ha premiado con padres atentos, amigos que me quieren y logros satisfactorios. Pero cuando nadie te hace caso porque viven felices su vida, o porque están obcecados en su desgracia, cuando la tuya no tiene parangón a su lado, te hace sentirte fuera de sitio. Ya no cuando pasa espontáneamente, sino cuando has dado un grito de ayuda, de clamo y de atención y se ha quedado consumido por un tejido absorbente que cubre los corazones de esas personas que un día te prometieron atención.
>>Mi vida es inconclusa--añadió ya sin esperanza--. Me trató mal la vida. Pero lo que digo es hipócrita, puesto que hay gente que lo pasa infinitamente peor que lo paso yo, en este viaje en un mundo equivocado. Lo pasa peor, sí, pero encaja. Yo no digo que me sienta desafortunado por vivir la vida que vivo, al contrario, creo que, comparándome con el resto de la población mortal, tengo unas condiciones más que envidiables para desarrollar un estado de felicidad óptimo... pero no lo desarrollo, ni siquiera atisbo su comienzo en lontananza. Me siento desesperanzado como un ave que no ve tierra donde aterrizar, como un barco al que el faro, siempre dispuesto, ignora; como esa cría de dragón que salió del huevo y se encontró con su especie extinta por la falta de Magia en su mundo, por la falta de creer que alguien puede ser genuino tal y como es, por la falta de cariño, por la falta de atención, por la falta de altruismo que a mí mismo también me falta...
>>Pero qué más da--concluyó, con la voz en un susurro--, si estas palabras también caerán en saco roto. Nadie las leerá y, si alguien las lee, nadie se dará cuenta de qué quiero decir y de a quienes estoy llamando. Nadie entenderá mi porqué, y si alguien lo entendiere, me tacharían de quejica y maleducado, soberbio por no ver que mi vida es un camino de rosas, aunque yo discrepe totalmente. ¿Que para qué declamo esto? No sé, supongo que para que, aunque nadie hoy por hoy se preocupe por esta conjunción de letras estudiada, quizá en el futuro alguien descubra esto que aquí dejo y sea el primero que se compadezca de mí de algún u otro modo...

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