viernes, 13 de abril de 2012

El viaje sin retorno más allá del horizonte.

Huye, ¡huye! Corre y aíslate del mundo. Deja absolutamente todo lo que quisiste, porque de nada te servirá. Tú, condenado a no saber nunca qué es el amor, qué es la compasión, de nada te sirven las personas que viven felices su delirio. ¡Vete y no vuelvas! No me digas que nunca te diste cuenta, que todos estaban contentos y eran locuaces con su mitad, y tú eres entero. Tú no tienes complemento, no existe para ti. Tú eres el viajero que ha de viajar solo. Aquel que no dejará vástagos, muerto. Juega con tu vida, es para lo único que sirve tu vida, para jugar con ella. Sé digno si quieres y no juegues, tan solo márchate al último rincón de este planeta, o escapa de él si lo crees menos doloroso. Fíjate, todos son perfectos menos tú. ¿No te das cuenta? Naciste para vivir, pero te equivocaste en el camino. Quien quiere vivir una mentira, la vive. Pero tú no quieres vivirla, prefieres ir a ese lugar del que nadie vuelve, donde fue gente a la que conociste. Es mejor viajar sin retorno y vivir una despedida intensa que un frío cotidiano. Móntate en ese tren-bala cuyas vías se pierden en el horizonte, vías que nadie se ha atrevido a seguir. Súbete a ese vagón y mira el mundo que dejas atrás, llóralo si quieres, siéntete desafortunado de no ser uno de los que allí se quedan, asegurados a un final feliz. Pero, cuando seas uno de esos que atraviesa el horizonte, deberás mirar al frente y dejar esos lugares, esas personas y esas vivencias en el recuerdo. Solo para llorar cuando quieras hacerlo, porque nadie de los que dejaste atrás dará tanto como para ir a buscarte, porque jamás nadie dio nada por los que se montaron en ese tren y tú no vas a ser menos. Aprenderás a amar la soledad y la compañía ausente de tus compañeros de viaje, condenados a la unidad como tú... Hay gente del mundo que dejarás atrás que afirma haber visto en sueños o como ectoplasmas a quienes emprendieron ese viaje sin retorno, a los que vieron por última vez tras la ventana de ese tren-bala. Quizá es gente a la que tus compañeros amaron tanto que se empeñaban en recordar día a día, resistiéndose a unirse al cúmulo de personas que no tienen otra alternativa. Puede que tú también flaquees y decidas mostrarte a quien amaste y seguirás amando. Pero, seguramente, una lágrima irreal brotará de tus ojos cuando descubras que, como ya te has ido, la persona a la que has decidido regalar la imagen de tu rostro se ha encargado de olvidarte y estará de la mano de otro que, a diferencia de ti, sí tiene complementariedad. Es mejor que compres ya tu billete. El precio: renunciar a todo y aceptar tu condición.

miércoles, 4 de abril de 2012

Imposible evitar...

No puedo evitar sentirme mal cuando tú te sientes mal. No puedo evitar que la sonrisa más sincera del mundo conquiste mi cara cuando te acuerdas de mí, aunque sea después de haberte acordado miles de veces de los demás. No puedo evitar que me sepa a poco y que todo me parezca forzado. No puedo evitar cerrar los ojos y pensar en todo. No puedo evitar quererte pase lo que pase, hagas lo que hagas, diga lo que diga. No puedo evitar. Perdóname, no puedo.

Igual que no puedo evitar sentirme desplazado, siempre. No encajo ni en un lado ni en el otro, estoy en el límite y siempre ha sido así. En el medio entre unas y otras personas, sin poder nunca rellenar un hueco ahí. Condenado siempre a las medias tintas, condenado siempre a ser de color gris, condenado a no poder ser alguien claro, todo por ser así. No puedo evitar sentir que todo lo que haga no es suficiente para ti, para todos. No puedo evitar sentirme un poco culpable. No puedo evitar pensar que, si yo fuera diferente, todo sería mejor; para mí y para ti.

Supongo que no puedo evitar desear ser un poco distinto. Para que tuvieras los mismos detalles, para que él me hiciera caso y ella me sonriera. Para que todos supieran que tengo mi lugar...