sábado, 31 de diciembre de 2011

Un 2011 lleno de Magia.

Ya se acaba este 2011 y lo hace para siempre. Cada Nochevieja me pongo un poco nostálgico al pensar que el año que está a punto de acabarse no volverá jamás; que no volverán los malos momentos, es cierto, pero tampoco podrán volver esos momentos mágicos en los que nos sentimos flotando en la alegría... El 2011 se va para dejar paso al aún no nacido 2012, un año lleno de controversia.

He pasado un 2011 genial. Y este genial no lo digo con la boca pequeña, lo digo de corazón. Cuando finalizó el 2010 creí que era uno de los mejores años de mi vida; seguramente lo fue. Pero nada comparado con este 2011...:

En el 2011 se ha creado Peut-être Magic, este sitio que intento hacer mágico con mis palabras, expresando mis sentimientos tal y como los siento.

En el 2011 he ido a mi última excursión de fin de curso con mis compañeros del L - J. M., la última y la grande. A Zaragoza y Barcelona, una excursión que guardaré por siempre en el rincón cálido de mi corazón, el último gran momento con todas esas personas sobre el que escribí ya aquí una entrada.

En el 2011, también, ha sido mi primera actuación con la banda del Conservatorio, y lo que he disfrutado haciéndola. Fue allá por junio, en el Ciudad de León, cuando me sentí pletórico y escribí una entrada cuyo título es ese adjetivo. Empecé este año y este año sigo y espero seguir también en este 2012 que entra.

En el 2011 he compartido momentos con mis amigos de siempre, con Lili, con Bea, con María, con Henar. Momentos de verano que ya están guardados para siempre en mi corazón.

En el 2011 he ido por primera vez a Alemania, para que Berlín me cautivara con su belleza urbana. He ido para estar allí con mis primos en un viaje que nunca olvidaré. He ido allí con la esperanza de volver alguna vez a pasear por ese parque tan enorme, por esas avenidas tan anchas y por la Puerta de Brandeburgo.

En el 2011 cambié mi colegio de siempre por el instituto, el Juan del Enzina. Ese lugar en el que he conocido a personas tan auténticas como Águeda, Alberto, Andrea, Javi... Ese lugar en el que he anfianzado mi genial amistad con Patricia, con Inés, con Miguel... Un lugar en el que me siento genial gracias a esas personas que espero sigan a mi lado muchísimo tiempo más.

En el 2011 he pasado uno de los cumpleaños que más difícilmente olvidaré de todos los que viva, estoy seguro. Un cumpleaños que se repartió en dos días, en compañía de las verdaderas personas a las que quiero y, además, en compañía de mi queridísimo gran vaquero Woody.

...Es curioso como un año puede, además, ser más que especial por sus últimos días. Los últimos días de este 2011, justamente los últimos, han sido unos de los mejores de toda mi vida. He descubierto una amistad más que extraordinaria en una bellísima persona, Sergio, y me he dado cuenta de lo grande que puede llegar a ser esta en otra genial pesona, Lili. En los últimos días he disfrutado de tardes de frío y crudo invierno leonés con ellos dos en las que no he podido sentirme más cómodo y más contento. En los últimos días he tenido abrazos que me han devuelto la vida, he tenido abrazos que me han hecho sentir pleno (una plenitud que me gusta sentir porque la siento en muy selectas ocasiones). En los últimos días de este 2011 he ido a un Festival Internacional de Magia con un también muy buen amigo...

Deseo, para mí, un 2012 tan feliz como este 2011 lo ha sido si es posible. Solo con igualarlo tendría más que suficiente. Para todos mis amigos deseo que el 2012 lo pase a vuestro lado, que es lo que más feliz me hace y lo que más importa. Para el mundo entero, deseo que el 2012 esté lleno de Magia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre. Lleno de Magia.



(P.D.: Aprovecho esta post data para felicitar los 16 años a mi buen amigo Alberto, que además cumple los años justo en este momento, a las 23:05 de la noche --nació desafiando al 1996--. Espero que la Nochevieja y su cumpleaños se unan para crear momentos más que especiales. El más sincero de los abrazos Alberto. Feliz cumpleaños y feliz Nochevieja).

viernes, 30 de diciembre de 2011

¡Por arte de Magia!

Acabo de volver de la VIII Edición del Festival Internacional de Magia de León. ¡QUÉ PASADA! He visto la Magia; he sentido la Magia.

He esperado un año para poder decir esto claramente. El nombre de este blog, Peut-être Magic (que es Quizá Magia en francés), vino a mi mente después de haber disfrutado de la VII Edición del Festival (cuyo maestro de ceremonias fue el mago al que admiro entrañablemente, el Mag Lari) y vino a mi mente porque esa VII Edición fue una auténitca explosión de auténtica y verdadera Magia en todos los sentidos, totalmente. Peut-être Magic se creó la víspera de Reyes: el 5 de enero de 2011. Se creó, y tuvo su antecedente en el blog 13. TRECE, que frente a la inactividad de la coautora, decidí abandonar y formar la maravilla que para mí ha sido Peut-être Magic, expresando ya todos mis pensamientos independientemente. El título, que estuve varios días cavilando, supe que tenía que encerrar en su interior la palabra Magia. Lo supe porque el anterior Festival me había llenado tanto, que no podía dejar que eso me resultara indiferente...

Gracias a estas galas internacionales de León vive la Magia, nació Peut-être Magic. Es realmente mágico, ¿no? Pues bien, esta VIII Edición ha sido espectacular y, como no podía ser de otro modo, muy mágica. Me acompañó un amigo que es mucho más que eso; es mago de antaño, fotógrafo de sensaciones y sensibilidad de abrazos. Me acompañó porque mañana, día de Nochevieja, se va a hacer mayor (aunque sea en contra de su voluntad, como sentí yo sobre todo de los 14 a los 15) y va a cumplir 16... Una gala emocionante, muy emocionante. El presentador, francés con un español más que envidiable, con chistes y trucos graciosos. Un grupo canadiense que hizo Magia con la ayuda de un majestuoso tigre. Un belga acompañado de una música colorida, con una sencillez tierna que hizo trucos grandiosos y pequeños al mismo tiempo. De China una mujer a la que las cintas de tela perseguían, con viento y con cambios de vestido. Un adorable señor estadounidense, que hacía una Magia exquisita y que interpretó una canción con el globo de su bisabuelo, a falta de su ukelele. Otro francés en escena, el amo de los pájaros a los que llamaba desde telas, cajas y cartas; pájaros con un colorido tropical... Y, por último, el emocionante discurso del gran Juan Mayoral, el que hace que todo el Festival sea posible año tras año. Un discurso que nos invitaba a que viéramos la Magia de la vida, la Magia sin truco ni trampa ni cartón, la Magia que nos rodea y que no podemos ver porque solo se puede percibir con los ojos del alma; la Magia que no nos hace felices porque no queremos.

León se llena de Magia cada Navidad. La última semana del año mi ciudad rebosa Magia por los cuatro costados. Pese al frío, el calor de las cosas mágicas caldean León; las cosas mágicas de esa Magia sin trampa ni cartón que solo se ven con el corazón y las cosas mágicas de esa Magia que los magos se encargan de hacer para que se nos iluminen los ojos. León es Magia, y quizá todas las cosas que pasen en nuestros corazones en Navidad sean Magia. Quizá Magia. Maybe Magic. Peut-être Magic.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Lágrimas selectivas...

Tengo unas lágrimas selectivas. Muy selectivas, de hecho. En Navidad te atiborran a películas en todas las cadenas, y como ahora en la 1 no hay anuncios; es un chollo.

Ayer vi Sister Act, la película de la artista que mantiene un noviazgo con el mafioso más mafioso de la zona y que decide denunciarlo al enterarse de que mata a hombres a sangre fría. Como cuando lo acusa a la policía su vida corre peligro, los policías la ocultan en un convento, convirtiéndose en una monja más de él. Allí comienza a adaptar su vida, que era la total antítesis de la que ahora adopta, y consigue dirigir con un éxito celebérrimo el coro de ese convento. Me encanta, me encanta, me encanta y me encanta. Es una película que no puede gustarme más. De hecho, la primera vez que actué en el Auditorio Ciudad de León, un auditorio mágico para mí, fue de la mano de una de las canciones que se cantan en Sister Act, la primera que Mary Clarence (o Delores, según se mire) consigue que el coro de Santa Catalina cante decentemente: Hail Holy Queen, canción que canté con un sentimiento sincero e intentando inundar de Magia al público (bien lo saben las paredes del Ciudad de León). Entonces, de repente, en el momento que la superiora sale en defensa de Delores y que, más tarde, todas las monjas se abrazan, me sorprendí a mí mismo, descubriéndome llorando casi sin quererlo.

También vi antes The Holiday, esa película que SIEMPRE ponen en Navidad, en la que dos chicas, una británica y una estadounidense, se cambian las casas en Navidades para renovar su ambiente y cambiar de aires. Ambas han pasado por situaciones difíciles en sus vidas y, al cambiar de hogar y al habituarse a vivir las fiestas en la otra punta del Globo, consiguen encontrar a alguien que les quiere y les comprende, que les llena y que es capaz de hacerlas felices. También lloré sin querer con esa película (película que he visto 3547653 veces y que, unas lloro y otras no y que jamás me canso de ver, aunque no sea un peliculón) y me encanta esa sensación, la de llorar con una película.

Pero, como decía al principio, mis lágrimas son completamente selectivas. Y van a su puñetero rollo, sin responder a ningún esquema (y eso me gusta, la verdad). Puedo llorar con Sister Act, una película que ni siquiera está hecha para conmocionar a la gente de ese modo; y, sin embargo, con El diario de Noah, una de las películas más tristes y bonitas que he visto, no derramar ni una sola lágrima (aunque tenga un nudo en la garganta de los gordos). Son cosas que no llegaré a comprender nunca, pero que así son. De todos modos, es también curioso porque así nunca sé cuál es la próxima película que me va a hacer llorar, qué momento va a mover de esa forma mis sentimientos...

Se convierte en el más bonito de los juegos, a ver qué película consigue hacerle llorar a Johann Kalinor, a ver qué película consigue hacerle sentir en su interior una Magia que solo puede expresarse mediante lágrimas de emoción.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Tiñen la nieve...

No lo podía creer. Un pequeño desliz, un pequeño gesto de desaprobación, una pequeña mueca de indiferencia, un simple comentario inocente... había hecho que todo se fuera al traste. Años enteros de diversión y de armónicos momentos, de canciones infinitas y de recuerdos encerrados; imágenes que difícilmente se irían de su cabeza... no volverían jamás a repetirse.

Se dio cuenta entonces de que quizá exageraba. Nadie mostraba con él signos de cariño o signos de querencia. Aquellas personas que deseaba con todos los hálitos de su corazón que lo hicieran, derrochaban su amor con otros, desperdiciándolo. Un solo abrazo sincero, seguido de otras palabras sentidas igual de verosímiles, hubieran hecho de su corazón henchido en vendas, un auténtico jardín de revoloteos de golondrinas. Sus ojos y sus voces no salían de su cabeza, martilleándole constantemente en la zona que más le dolía. Una de las dos almas que lo atormentaban estaba bien, la otra se resistía a figurársele calmada. No había dado a entender continuidad en ningún momento, y él la necesitaba. Al menos en ese momento...

Cantó con cuidado los villancicos que, pensaba, podían tranquilizar su agitado corazón. Unos tras otros, los acordes salían torpes de sus cuerdas vocales, deslucidos por la afonía que en su interior más profundo causaba un revoltijo de sentimientos encontrados que jamás descifraría nadie. El azul y el verde eran los colores del dolor, de la certeza del futuro y la incertidumbre del presente. Finalizado el recital, cuando esos cascabeles de un trineo que conducía un bonachón barbudo vestido de rojo imaginarios desaparecieron de su cabeza, cuando se esfumó el abeto nevado de artificios iluminado y cuando el acebo en fruto se fue para siempre, solo entonces, decidió que ya había sido suficiente y, con la cobardía por bandera y tiñendo la nieve, decidió acabar con todo...

jueves, 22 de diciembre de 2011

Magia de música y de Navidad.

Ayer fue uno de los mejores días de estas Navidades. Y eso que acaban de empezar. Ayer fue el Concierto de Navidad del Conservatorio de León y, como este año vuelvo a tener el privilegio de estar en la banda, tocamos.  Es verdad que no es tan esplendoroso como el concierto de fin de curso, que es en el Auditorio Ciudad de León, el grandote; este fue en el Ángel Barja, el humilde auditorio del Conservatorio... Pero aun así estuvo lleno de Magia (¡y de gente!). Me sentí realizado (jiji) porque era a favor de Unicef.

Cantó y acompañó al coro con su impecable piano mi genialérrimo mai frién, Miguel que llevaba la voz cantante entre los terceros. Me llenó de nostalgia oírlos cantar, porque el año pasado ahí estaba yo, en el coro, cantando que me encanta... Ahora ya "soy mayor" y no estoy en el coro, aunque la banda no está nada mal (jeje). También tocó otro genialérrimo amigo mío, Sergio, con Amanda y lo hicieron de rechupete. Y luego nos tocó a nosotros: la banda. Dos pianistas en un piano de cola, peleándose con las octavas y disfrutando como siempre de la partitura, del director (un fuera de serie) y de los compañeros músicos. Los Picapiedra, Carmen de Bizet y Piratas del Caribe fue lo que interpretamos ayer. Los aplausos del público hicieron que tocásemos la propina, el conocidísimo villancico Noche de paz en el que el piano tuvo su momento estrella de solista (SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ... Ejem...).

El estilo de esta entrada no es el que me caracteriza en P-êM (o quizá sí y yo hoy no me doy cuenta), pero me da lo mismo. Ayer sentí esa plenitud que tan pocas veces siento y que me encanta sentirla; ayer, rodeado de los mejores amigos que uno jamás pueda tener (tanto intérpretes como público); ayer, un día en el que la Magia de la Navidad (y de la música) no hizo otra cosa que revolotear constantemente el Auditorio Ángel Barja, inundando nuestros corazones de ese espíritu navideño que tanto me encanta y de esa alegría que hace que sonrías sin saber muy bien por qué...

martes, 20 de diciembre de 2011

Al cantar...

Creo que este ha sido el lapso sin escribir más largo que ha tenido P-êM en toda su historia. Quizá exagere, pero es que he estado más de dos semanas sin escribir este pequeño trozo de mí, y me siento algo culpable. Así que, me disculpo por haber dejado esto vacío (¡Cómo surge mi egocentrismo! Me disculpo como si tuviera algún ferviente lector de mi blog que no pudiera pasar ni un solo día sin leer mis paranoias. Johann, eres un egocéntrico).

Sinceramente estoy con muy poca inspiración ultimamente. Entre Física y Química, Armonía, Matemáticas, Historia de la Música, Filosofía, Piano (que tengo suspenso; jamás pensé que un suspenso en piano podría llegar a afectarme tanto. De hecho tuve una horrible pesadilla en la que soñé que dejaba la música porque me ahogaba y no era capaz de hacer nada bien. Jamás dejaré la música, lo tengo por seguro)... la inspiración se ha ido volando a un mundo más que lejano del que, sé, tardará en volver. Siempre, siempre (pero siempre ¡eh!) me propongo continuar con mis historietas novelescas en vacaciones; y nunca, nunca (pero nunca ¡eh!) lo hago. El destino dentro de poco, como castigo, me hará olvidar todas esas parrafadas y diálogos enteros que aún conservo en los intersticios de mi cerebro...
Pero sí hay una cosa que me ha centelleado, ha explosionado en mi mente y en mi corazón, y se ha hecho oír para que supiera que ahí está, que siempre ha estado aunque no me haya dado cuenta. Y es que, he descubierto lo mucho que me gusta cantar. Pero de verdad. De pequeñajo siempre andaba canturreando todo tipo de canciones (incluso villancicos en agosto... Mis padres se encargan de recordármelo todas y cada una de las Navidades) de artistas y grupos del momento (cómo no, cuando apenas contaba cinco añitos ya me sabía de memoria toditas las canciones de El viaje de Copperpot, mi disco favorito de La Oreja de Van Gogh), de las que aparecían en mis libros de inglés... Todo el día cantando. Y de hace un tiempo para acá me he dado cuenta de que cantar con la música a un volumen envolvente, y sentir cada nota (si es que lo que canto se pueden llamar notas) que sale de mí... me llena. Sobre todo hay ciertas canciones que son para que te sientas bien cantándolas y no tanto escuchándolas, que también. Cometas por el cielo, Cumplir un año menos, Ain't no mountain high enough, Hay un amigo en mí... son algunas de esas canciones que me hacen sentir un poquitín mágico cuando las canto. Pero sin lugar a dudas, la que más mágico me hace sentir hoy por hoy es We are young; no la original, la que versionaron los chicos de Glee (aprovecho para decir también que me encanta esa serie) y el significado especial que ellos le pusieron al introducirla de esa forma tan acertada en la trama... Aquí la dejo, para algún oído curioso que quiera también sentirse mágico, primero escuchándola y luego cantándola:

(P.D.: aprovecho para recomendar MUCHÍSIMO un blog que acaba de abrir sus puertas, y que tiene en su título esa palabra que tanto me gusta repetir en P-êM. Es My world in magic words cuyo propietario no podía ser otro que Miguel, mai fríen, el pianista que comparte conmigo mi piano... Encontraréis líneas escritas con un sentimiento y una sensibilidad muy difíciles de encontrar por la blogosfera, os lo aseguro. Y además, el escritor de esas líneas también adora esta canción de Glee que me hace sentir mágico)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dieciséis.

Este es el primer cumpleaños que vivo con Peut-être Magic, el primerísimo... Lo que quiere decir que, dentro de nada, este blog cumplirá su primer añito: en enero. Esta entrada no será una de las larguísimas que hay en este blog, pero es mi primera entrada de diciembre, y es justamente en el día de mi cumpleaños. Hace una hora más o menos que tengo ya dieciséis años (la vejez decrépita, jaja), nací alrededor de las 18:30 del martes 5 de diciembre del 1995, en Logroño. Salí de la tripita de mi mamá cuando fuera nevaba mucho, muchísimo. En La Rioja estuvo nevando casi tres días seguidos...

Desde aquel momento, una persona llamada Juan Fernández Polo (se la conoce por Juan, Juan Polo, Juancho, Juanete, Johann o Johann Kalinor) que es, por cierto, la creadora de este blog, ha vivido miles de experiencias y momentos. Desde aquel momento han pasado ya dieciséis largos años; con sus más y con sus menos, con familia y amigos. Se han ido dejando personas atrás, muchas no merecían la pena. También se han ido conociendo nueva gente, hace muy poco tiempo y son personas que no se pueden definir con palabras. Personas que llenan de buenas sensaciones mi día a día. Personas que hacen que esa personita sea más feliz. Personas como PaulaHenarMaríaBea... y muchas más. En particular cuatro de esas personas, MiguelInés, Patricia y Sara han ido esta mañana al portal de mi casa y me han cantado el cumpleaños feliz, con quince velas derretidas y un donuts de colores. Y me he sentido el ombligo del mundo por un momento. No me habían hecho una cosa parecida (aunque sí cosas tan guays como la fiesta sorpresa organizada por algunas de las cuatro chicas arriba linkeadas), y fue entonces cuando me di cuenta de la suerte que tengo al tener amigos tan detallistas, tan geniales, tan humanos, tan increíbles, tan estupendos, tantas cosas... que muchas no se pueden definir con palabras. Gracias a esas cuatro personas especialmente, hoy no he dejado de mantener una amplísima sonrisa en mi boca.

Y estoy seguro de que jamás se borrarán de mi memoria esos recuerdos de cumpleaños, ese amor que se da sin esperar nada a cambio más que el más sincero de los "gracias" y una mirada cargada de más amor incondicional. Estoy seguro de que esas personas harán cada 5 de diciembre perfectamente especial. Estoy seguro de que yo me sentiré siempre afortunado de tener a esas personas a mi lado. Es mi cumpleaños y la emoción está permitida, y viene de la mano de ciertas personas que cada día hacen que ese pequeñajo que nació a las 18:30 del martes 5 de diciembre de 1995 en la capital riojana, sea mucho mejor persona.