lunes, 31 de octubre de 2011

La noche de las brujas.

Cómo ha cambiado Halloween desde que era más pequeño. Ha cambiado bastante. Halloween ha cambiado de gente, de ambiente, de sensaciones, de emoción...

Antes, en el colegio hacíamos todo tipo de cosas la última semana de octubre para rememorar esa tradición angloamericana que andaba integrándose en España (y sigue en su proceso de integración) cuando yo era chiquitín. Calabazas, telarañas, murciélagos, fantasmas... Negro y naranja por todas partes. Las historias de miedo que nos contaban me encantaban, me imaginaba perfectamente cada detalle del cuento y me gustaba ese pequeño escalofrío que me recorría la espina dorsal de vez en cuando. Especialmente celebrábamos Halloween en clase de inglés. Recuerdo historias como la de La Bungie, Jack O'Lantern y muchas más...

A medida que fui creciendo, avanzando de curso, Halloween cada vez estaba menos presente en las clases. Entonces solamente recordábamos alrededor del día 31 de octubre y exclusivamente en clase de inglés la fiesta de los espíritus. Solo un día bajábamos las persianas de la clase y traíamos velas a clase para dar un ambiente halloweenesco auténtico. La profe traía marionetas de fantasmas y brujas con escobas y verrugas en su gran nariz. Nos asustábamos a veces, otras comíamos caramelos... Entonces yo empecé a hacer el popular Treak or Treat yendo de casa en casa pidiendo caramelos por Halloween. Recuerdo que, tras varios años haciéndolo, al final en ciertas casas teníamos que explicar qué hacíamos, porque al llamar a las casas y salir el dueño, éste se extrañaba muchísimo de ver a unos niños disfrazados de cosas que "daban miedo" pidiendo algo parecido al aguinaldo de Navidad un 31 de octubre. Siempre celebraba Halloween así por aquel entonces. Y el negro y el naranja estaban por ahí pululando... Me acuerdo también de un día que Halloween me tocó pasarlo en Palencia. Con mis primos hicimos la historia de Jack O'Lantern muy trabajada, con efectos especiales (un globo que pinchaba mi primo, un grito de mi prima...). Me tocó a mí estar cara al público (padres, tíos y abuelos) porque mis primos estaban escondidos y eran los encargados de hacer esos efectos especiales. De veras me metí en el papel de Jack y sentí un poco de miedo de mí mismo mientras contaba la historia...

Ahora Halloween ni se menta en clase. Ni siquiera en clase de inglés estos días hemos comentado algo. Los de mi edad casi ni lo celebran, pero yo me mantengo y sigo celebrando esta tradición celta de rememorar a los espíritus que asustan. Sigo decorando mi casa con negro y naranja y sigo trayendo a mis amigos a realizar pruebas misteriosas y tétricas. Sigo recibiéndoles con la casa a oscuras, con unas ojeras del quince y solo iluminado por una linterna que escupe el chorro de luz desde mi barbilla. Este año he contado con la ayuda de dos blogueras para la organización del festival halloweenero en mi casa; y otras dos blogueras (más otro que no es bloguero) han venido a esto que se ha transformado en un lugar que acoge las historias más inquietantes y los miedos más oscuros...



En realidad ya nadie se asusta como cuando éramos pequeños, pero si te lo tomas en serio y pones de tu parte, el escalofrío que recorre tu espina dorsal mientras escuchas lo que pasó cierta noche de Halloween de 1976, sigue ahí. Y al recordar que eso mismo te pasaba hace unos once años, en clase de infantil, con las persianas de tu clase bajadas a la luz de unas velas, mientras tu profe te contaba una historia parecida con marionetas, sonríes y te das cuenta de que el espíritu de Halloween es tan mágico que no entiende de edades y te transporta.

martes, 25 de octubre de 2011

Aftershow de paz.

Ya tengo en mi poder la Edición Especial Limitada de Cometas por el cielo, por La Oreja de Van Gogh. ¡¡BIEEEEEEEEEEEEN!! Estoy muy contento, porque ya tengo los extras, el póster firmado a mano por los cinco y las postales... Aunque, sin duda alguna, lo más importante de la Edición Especial Limitada es el pase aftershow: genial. Un pase que, creo, tengo que llevar colgado al concierto para que me identifiquen y poder quedarme después del concierto a estar con el grupo (y el resto de fans con pase aftershow). Si soy sincero, me da bastante palo eso de estar con La Oreja y otros tantos seguidores así, hala, pum. Iré solo al aftershow en el sentido de que no conoceré a nadie, y es eso lo que me echa para atrás; pero vamos, que allí va a estar el señorito Johann para disfrutar a tope del aftershow, para aportar su pequeña Magia, que no quepa duda.

(Re) Escuchando el nuevo disco de LOVG, he cantado todas y cada una de las canciones a lo loco por mi habitación, haciendo el bobo como un saltimbanqui. En una canción en especial mi mente se ha detenido un poco a reflexionar (mientras cantorreteaba churrufletadamente), y esa es Promesas de primavera, una canción que La Oreja dedicó al fin de ETA y el atisbo de paz en su tierra, el País Vasco. Por fin se ha conseguido eso que todos los españoles (bueno, en realidad casi todos porque si hubieran sido todos, todos los españoles nunca hubiera llegado a crearse ETA) estábamos anhelando desde el regreso de la democracia a España: el fin del terror que desde entonces nos ha estado azotando a todos. Estoy muy alegre por los vascos (y por todos los españoles en general), que por fin viven en libertad. Además, me parece que Promesas de primavera canta a la libertad y llama a la paz de una manera muy original y muy como lo hace La Oreja... Una manera que rebosa Magia. Un temazo, en mi opinión.


Y quiero ver ya a La Oreja en directo, en León, en el Auditorio. No sé cómo será ir a un concierto de La Oreja de Van Gogh en el Auditorio Ciudad de León, pero seguro que será una genial y mágica experiencia. Ya tengo muchas nervios y muchas ganas de ir a escucharles.

sábado, 22 de octubre de 2011

Ganas de frío.

Me encanta el otoño. Me entusiasma eso de salir abrigadito a la calle, esa luz tenue y clara de los frescos días otoñales. Me parece la más entrañable de las estaciones (seguida del invierno, claro está). El verano es diferente, el verano está ahí para divertirse de otro modo... No tiene la Magia que tiene el otoño. El único inconveniente que le veo al otoño es el decrecer de los días, me fastidia mucho que la noche te pille a las ocho (y mucho más pronto cuando cambien la hora...). De hecho me encantan los días (y cuando digo día quiero decir fracción de las 24h en las que hay luz solar) otoñales, con esa luz tenue y clara bla bla bla bla... Me repito.

Y el frío me trae inmediatamente a la cabeza sensaciones navideñas. Automáticamente. Creo que si llego a vivir alguna etapa de mi vida en el hemisferio sur, me supondrá algo costoso acostumbrarme a celebrar nochevieja con treinta grados y en la playa... Para mí, la Navidad sin frío no es Navidad. Pero bueno, todavía estamos en octubre y nos queda mucho otoño por disfrutar. Otoño de días frescos, que me encantan. Un otoño que presiento mágico donde los haya...

Hay una canción en especial que asocio al frío del otoño. A una tarde en casa de vientos huracanados fuera que se llevan las hojas anaranjadas de los árboles. A una tarde en un particular sillón de mi casa en el que leo,  escribo, veo la tele, escucho música... con una mantita en las piernas y mi mimoso gato Kai encima de mí ronroneando. Una canción de tiempo frío para mí, una canción magiquísima (eso seguro). Y he escogido para dejar aquí la versión de una película que me apasiona: Sister Act. Una de las canciones de esta magistral película fue la que me llevó por primera vez a actuar en el Auditorio Ciudad de León, y tengo un recuerdo estupendo de ese concierto... Con muchas ganas del frío de otoño dejo aquí este tema que me hace imaginar un momento de esos en los que saboreo profundamente la Magia: Ain't no mountain high enough.

lunes, 17 de octubre de 2011

El largo y tortuoso viaje de la vida...

Esta canción te sobrecoge. El videoclip ayuda mucho, es precioso y te hace pensar. Pensar en la Naturaleza, aquella a quien siempre tenemos por benefactora y bella. Pero muy a menudo la Madre Naturaleza es bien cruel y bien arpía, deja morir a sus criaturas...

Lo nuevo de Amaral, Hacia lo salvaje se llama. Me gusta mucho la canción en sí, es una de esas canciones en las que la letra y la música van unidas de la mano, los sonidos no podrían haberse escuchado en otra letra ni esa letra podría haber dado lengua a otros sonidos. Perfecta conjunción de Magia. Y el videoclip es perfecto, perfecto y mil veces perfecto... Muy acertado y muy certero. Me encanta y me parece que es mágico, aunque a veces te haga pensar en cosas crueles...

La pequeña tortuga sale de su huevo a varios metros de la playa. Es pequeña, muy pequeña, mucho más que el palmo de la mano. Con una fuerza sobrenatural, sacada de lo más hondo de su alma juvenil, avanza a duras penas por la irregular arena, topándose con algas secas en la orilla que la dificultan el camino. De ello depende su vida. Si cae boca arriba deberá emplear todas sus fuerzas en ponerse boca abajo, debe evitar ser devorada por los cangrejos y los lagartos que viven en la playa. Acaba de ver el mundo y ya ve su cara más cruel y más hostil. Parece que al fin consigue adentrarse en el agua del mar, pero ahora las olas manejan a su antojo su débil y pequeño cuerpo, y la tortuga vuelve a hacer esfuerzos inconmensurables para nadar hacia adelante, al océano profundo. Una vez allí tendrá que vérselas con los pobladores más impíos del gran azul, los que se esmerarán en arrebatarle la vida. Puede que se tope con más tortugas, que le ayudarán. Puede que se tope incluso con su madre, pero nunca sería capaz de reconocerla, pues no estaba allí en el momento de la eclosión, y podría ser cualquier tortuga, cualquiera... La pequeña crecerá y hará su primera puesta en la misma playa donde nació años atrás, la misma playa en la que sufrió para escalar los entonces enormes montículos de arena, ahora pequeñas ondulaciones que no suponen ni preocupación; la misma playa donde el cangrejo quiso que ella fuera su merienda, y ahora los cangrejos ni se atreven a interponerse en el camino de la gran tortuga. Dejará allí a sus pequeñas, aún en proceso de formación. Para que, pasados unos meses, comiencen el largo y tortuoso viaje de la vida...

Vivirán 500 años, pero se lo merecen:

miércoles, 12 de octubre de 2011

Yacimiento a medias.

Una espina fría como un témpano de hielo, puntual como un blanco en la diana, afilada como la hoja de una espada, aguda como el Do de una soprano y dolorosa como el desamor más desolado. Esa espina atravesó mi corazón de parte a parte, llevándose de por medio a mi alma. Mi alma explosionó y, como varias otras veces, lágrima con sonrisa chocó.

Un sentimiento duro como la roca madre, angustioso como la incertidumbre misma, impotente como el sufrimiento ajeno y certero como la luz del Sol a mediodía. Ese sentimiento triste de frustración me recorrió la espina dorsal para expandirse por mi mente. Mi ser se conmocionó, sintió envidia y sintió miedo. Quiso pertenecer al conjunto de sus sueños.

Una autocrítica necesaria como el agua lo es a las plantas, justa como el peso en una balanza, realista como los artistas decimonónicos y acertada como un halago inocente a buen tiempo. Esa autocrítica plantó un poco de honestidad en mí. Honestidad, humildad y honradez. Tres haches que, muchas veces, faltan en mis sentimientos; tres haches que quiero a todo anteponer.

Fue entonces cuando me di cuenta de que nunca llegaré a significar para las personas lo que quiero significar. Fue entonces cuando me di cuenta de que somos frustrados los humanos y nuestra propia mente no será capaz de cambiarnos. Fue entonces cuando me di cuenta de que, a pesar de luchar, la consecución de lo que anhelas es realmente un camino escarpado y con plenitud de obstáculos. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi Magia, por mucho que yo quiera, no es transmitida a los corazones que quiero.

lunes, 10 de octubre de 2011

Hipocresía.

No quiero el frío de alma, quiero el frío del tiempo.
No quiero el calor del fuego, quiero el calor del amor.
No quiero el viento que sopla, quiero el viento de los recuerdos.
No quiero el beso de cortesía, quiero el beso de amor verdadero.
No quiero instantáneas estrellas fugaces, quiero el lento viajar de un cometa.
No quiero las farolas de luz sucia de la calle, quiero que me iluminen las constelaciones.
No quiero levantarme con un molesto pitido, quiero que me despierte el cantar de los pájaros.
No quiero depender de una máquina sin vida, quiero depender de personas con corazón.
No quiero aprender de tinta escrita en árboles talados, quiero aprender de los árboles vivos en una naturaleza llena de experiencia.
No quiero que de mis manos salga expansión y abuso, quiero con ellas fabricar huellas en el barro.
No quiero que me manejen las manecillas del reloj, quiero que me maneje el Sol que es mi astro guía.
No quiero que cada uno viva su mundo para sí mismo, quiero que todos vivamos juntos y en paz.
No quiero un mundo con humo en el cielo, quiero un planeta sano y de todos los seres vivos.
No quiero tragar tanta falsedad, quiero que tengamos el valor de ser sinceros.
No quiero que a nuestros iguales se les maltrate por ser en algo diferentes, quiero que todos nos demos la mano cualquiera sea la condición de a quien se la estamos dando.
No quiero una vida tan complicada, quiero una existencia simple y relajada
No quiero que perdamos la Magia, quiero contagiar polvos mágicos a quienes vivan tristes...

Y, sin embargo, si no hubiera convivido con todo aquello que no quiero, hoy no pensaría lo que pienso, no estaría con quien estoy, no querría a quien quiero, no me enorgullecería de lo que me enorgullezco, no lucharía por lo que lucho, no sentiría lo que siento... no sería como soy.

viernes, 7 de octubre de 2011

¡Espíritu musical yanqui!

He descubierto una canción que me ha gustado muchísimo. No me extraña. Es de Lady Gaga y Tonny Bennett; y no, no es una canción ladygaguiana (de hecho me ha sorprendido muchísimo cómo es la voz de Gaga cuando no hace su estilo, y me ha parecido un vozarrón buenísimo). Es una canción de café americano de los sesenta (creo, no ando muy ducho en conocimientos musicales de esta época, pero a mí es a lo que me suena), ese contrabajo, esas trompetas y ese piano juguetón con las voces de los cantantes. Y es que me encanta la música estadounidense de este estilo, los yanquis se lo montan genial. Me gusta mucho la música de los States en general, porque le dan un toque de diversión y de americanismo que es muy mágico y que realmente me apasiona. Si además esta música de Yanquilandia es de esa época (50, 60, 70...) me encanta aún más. Me imagino completamente el paraje americano, urbano o campestre, de la época. Ese día caluroso con sol claro o esa noche de intriga y de romanticismo al mismo tiempo.

La susodicha canción que tanto me ha gustado, es The Lady is a tramp y es una, podemos decir, biografía de una neoyorquina de pro. Además es una antología de Manhattan en cierto modo: aparecen varias escenas típicas de la gran manzana. Creo perfectamente en mi mente ese Central Park, ese Harlem, esa ópera en Broadway... Magia en su máxima expresión que recorre mi cabeza cuando los sonidos de este tema comienzan a sonar...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Recurro a lo neoyorquino.

Estaba predispuesto a momentos de jolgorio, de aceleración del ritmo cardíaco, de una sonrisa de tonto que no podría quitar de mi cara, de olvidarme de todo y vivir lo que realmente quiero. Dependemos tanto de las nuevas tecnologías que a veces, una simple máquina sin sentimientos, puede echar por tierra un plan mental del que tenías las expectativas muy altas. Las golondrinas revoloteaban hoy augurando algo agridulce, con un Sol abrasador impropio del octubre leonés. Ayer se confirmó un presentimiento y un deseo en la misma conversación, donde hablé de una forma que a posteriori no me gustó, igual que no me está gustando esto que estoy escribiendo. La inspiración ha venido apenas unos segundos y se acaba de ir volando, asustada por mi apagada mente... Aún puedo distinguirla volando en el horizonte de un cielo nocturno. Las estrellas tintinean, ajenas a lo que sucede a millones de años luz de ellas, en este pequeño planeta Tierra. Estrellas a las que damos la espalda con la contaminación lumínica, prácticamente son invisibles en la ciudad. Recuerdo mi primera noche en Nueva York y recuerdo cómo me impresionó ver el cielo nocturno neoyorquino: a mis ojos no era la noche que siempre conocí, era un cielo de color cobre, caqui, marrón quizá... difuminado, no era un cielo azul marino casi negro con los puntitos blancos que son las estrellas. Parecía un día oscuro y manchado más que una noche demasiado clara... No era natural, eso estaba claro; pero al final me pareció curioso y casi me gustaba. Hubo tormenta en Nueva York y los relámpagos lucieron diferentes...

Vuelve la gran ciudad a inundar mis pensamientos. Reflexioné sobre ella ya en 13. TRECE, con mi visita reciente. Esa gran ciudad que es muy mágica y nada mágica al mismo tiempo. Nueva York es el resumen del mundo, allí ocurre cualquier historia que puedas imaginarte. Nueva York acoge todas las historias, pese a que todas las historias no sucedan en Nueva York. Una ciudad que a nadie deja indiferente. Es genial y desastrosa, es indescriptible. Sus rascacielos y sus edificios casi de los tiempos de Nueva Ámsterdam. Sin duda es una ciudad a la que quiero volver. Una ciudad también frustrante, porque aunque te pases allí la vida entera jamás llegarás a conocerla del todo. Su cara buena y su cara mala. El estiércol y las flores: Nueva York.

lunes, 3 de octubre de 2011

Ellos existirán para siempre.

Los sentimientos perduran para siempre. Que no se me malinterprete, no quiero decir que si hoy eres amigo de Fulanito, vayas a serlo toda tu vida... Quiero decir que el sentimiento siempre quedará ahí, la esencia de lo que una vez sentiste. Lo han dicho infinidad de poetas y literatos, que el amor no se va aunque uno se muera. Nuestro físico, nuestro cuerpo, se perderá; es más, debe perderse necesariamente por razones del ciclo de la vida y la naturaleza. Se irá porque es material. Pero nuestra esencia, la huella que dejamos en los demás tardará más en irse (si es que algún día se va. Mira Cervantes, Mozart o Van Gogh, se han ido hace ya mucho y han dejado tras de sí un surco en la humanidad que nunca se irá), y los sentimientos sentidos no se irán, nunca. Aunque no te recuerden, esos fuertes sentimientos que has sentido por alguien (o por algo) quedarán volando para siempre por algún rincón del Universo... Como eso de que si viajásemos más allá de la Nube de Oort y sintonizamos la radio, escucharíamos la primera emisión que se hizo. Esas ondas de radio, esa información, solo se perderá cuando llegue al límite del Universo... y eso tardará bastante en hacerlo. Son cositas mágicas en las que me gusta pensar, que esas ondas que emiten las radios cada día comienzan un viaje que las llevará por infinidad de rincones espaciales, recorriendo este inmenso hogar y yendo a lugares  que la raza humana jamás conocerá.
Pero nuestros sentimientos no son ondas de radio, porque eso también es algo físico. Nuestros sentimientos son mágicamente etéreos. En el momento en que los sentimos, salen disparados de nosotros: unas veces sin que nadie lo note, otras con el disparo reflejado en nosotros, algunas con risas o llantos... Y comienzan un viaje sin fin, un viaje de Magia quién sabe si por la Tierra o por los confines de todo el espacio sideral, pero un viaje infinito al fin y al cabo. Igual cuando el Universo se contraiga, se expanda hasta morir o le ocurra lo que tenga que ocurrirle, ese amor, simpatía, cariño, enemistad, alegría... siguen por ahí, danzando en la nada: sin tiempo y sin espacio. Pero da lo mismo, porque no están atados a los límites de la materia, ellos son mágicamente etéreos y existirán para siempre, para siempre de veras.