sábado, 26 de noviembre de 2011

Me diste tanta vida con tan poco de ti.

Necesito ese día 25 de noviembre entre mis recuerdos; volver a revivir la amistad sin nada a cambio. Una sonrisa, sin palabras, y un abrazo.

Alegría sin prisas de una gran satisfacción, en el centro del mundo por un segundo estaba yo. Ni Madrid ni Nueva York, ni la constelación del Gran Can Mayor, se comparan a lo que por un segundo sentí yo. Arde el suelo y ladra el cielo, inaudiblemente se oye el temblor; solo dos cerebros oyen la música, uno de los cuales era yo. El tiempo eterno se detiene en los instantes de calor, la fuente vital se abre paso y prematuramente la frené yo. Las palabras lo estropean y a veces son torpes, sin valor, pero el entendimiento estaba cerca: lo pude tocar yo. Jamás sentirá la ciencia estas cosas, mutuo amor por un árbol cantor; solo dos cerebros que entonces volaron gráciles, igual que vuela un azor.

Entonces mi vida retomó la fuerza. Bastó con un poco de amor. No ese amor del que te sufre. Ese amor que te da calor.

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