viernes, 11 de noviembre de 2011

De León, de Extremadura...

Es de sobra sabido que hoy no es un día como otro cualquiera. Hoy es el 11 de noviembre del 2011, o en otras palabras (más bien números) el 11 del 11 del 11: 11/11/11. Es el cumpleaños de mi tía-abuela Aurora, que ya cumple un porrón de añitos; en la capital palentina celebrará su aniversario.

Y hoy que es un día diferente, me apetece hablar de una historia diferente...

Este verano en mi pueblo, Portilla de la Reina, me enteré de una historia sobre un antepasado mío. Resulta que el bisabuelo de mi abuela, llamado Santiago Martínez (el primer antepasado de tierras portillanas que conozco se llamaba como yo, Juan Martínez, y nació por el 1650), era un montero; esto es, el administrador de un gran señor que tenía muchas tierras, entre León y Extremadura. En casa de mis tíos hay una foto que le hicieron en la que aparece con un frac, un bastón y un reloj de bolsillo: para la época, eso daba un porte inimaginable en sus compadres de la montaña. Santiago iba y venía todos los años de Extremadura a las montañas cantábricas, donde tenía su familia... Cierto día murió, como a todos le llegó su hora. Pero no murió en León, en casa; murió al sur, en Extremadura. La noticia de la muerte de Santiago Martínez llegó a Portilla tres días después del suceso. Curiosamente, ningún portillano fue al funeral del bisabuelo de mi abuela y, a día de hoy, nadie en el pueblo sabe dónde se encuentra la tumba de Santiago. Todos intuyen que mi antepasado descansa en tierra extremeña, pero nadie ha ido personalmente a esas tierras que se extienden al sur de Salamanca.
Hay una parte de mi familia que afirma que Santiago Martínez llevaba una doble vida: en verano tenía su mujer y sus hijos en León, en Portilla (de los que yo desciendo); en invierno, su familia lo aguardaba en Extremadura. Al morir en Extremadura, su mujer y sus hijos extremeños lo acogieron y le dieron sepultura como es debido. Tal vez había alguien en Portilla que sabía lo que se traía entre manos Santiago y tal vez fue él quien recibió la noticia de su muerte en tierras lejanas... Quizá él comunicó a todos los allegados portillanos la mala nueva y disipó los deseos de las gentes del lugar en ir a visitar la tumba de Santiago Martínez: su paisano. Así, se aseguraba de que el señor montero leonés guardaba su reputación tanto en las montañas como en las dehesas... Pasaron los años e incluso una o dos centurias y el recuerdo de Santiago perduró, y también lo hizo el misterio sobre su vida y su muerte.
Aunque hay otra parte de mi familia que asevera con toda seguridad que don Santiago Martínez era un hombre leal y no hubiera sido posible que mantuviera una doble vida. Murió en Extremadura por el destino divino y si no se fue allí a llorarle fue porque, por aquel entonces, las comunicaciones entre regiones españolas brillaban por su ausencia. También es cierto que esta parte de mi familia es menos abundante que la que piensa que nuestro simpático tatarabuelo era un hombre en León y otro en Extremadura...

Es esa Magia que tienen las historias de intriga, que encierran un misterio sin resolver... Es esa Magia la que te atrae y la que te inunda de un espíritu de explorador que iría a Extremadura a investigar, a pasar una larga temporada buscando en archivos eclesiásticos, municipales... Para quizá dar con una mujer y unos hijos de Santiago Martínez nacidos extremeños. ¿Quién sabe? Tal vez tenga familia en Cáceres, en Badajoz, en Mérida. Tal vez cuando fui a esas ciudades me crucé con uno de los vástagos de Santiago Martínez, con sangre de mi sangre, y no me di ni cuenta. ¿Quién sabe? Igual hay alguien en Extremadura que cuenta que el montero Santiago Martínez tenía otra vida en las montañas de León...

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