sábado, 5 de noviembre de 2011

Con canciones de La Oreja de Van Gogh...

Hace exactamente 24 horas estaba en la cola para acceder al aftershow de La Oreja de Van Gogh. Hace exactamente 24 horas tenía el corazón latiéndome tan deprisa que ni podría describirlo. Hace exactamente 24 horas iba a estar cara a cara con mi grupo favorito.

Fue breve, sí. Éramos los últimos de todos y estaban ya cansados: no importó. Hablé bastante rato con Álvaro y con Leire, y me sentí realmente afortunado por poder compartir una charla de tú a tú con el grupo que me ha acompañado prácticamente desde la cuna... A mis ojos fueron las personas más encantadoras del mundo, pero me temo que soy completamente parcial al decir esto porque no puedo verles con otros ojos que no sean los míos, los de una personita que les sigue desde que era un enano y apenas sabía exactamente qué significaban las letras que repetía con una sonrisa en la cara, las letras de La Oreja de Van Gogh. Quizá estas cinco palabras sean las que más se han repetido aquí en Peut-être Magic, pero es que no podría ser de otra forma.

El concierto fue mágico. Pero realmente mágico, creo que el adjetivo mágico aquí es el más sincero de todo el blog. Tocar en el Auditorio imprimió una cercanía con el público que no se consigue en la plaza de toros o en la explanada. Las últimas canciones fui allí, a pocos milímetros del escenario y casi podía oír la voz de Leire sin ayuda de los altavoces. Empezaron con Día cero, una canción que me trae muchos recuerdos de Berlín (quizá porque esta se desarrolla en esa ciudad precisamente, qué inventiva que tengo eh). Luego tocaron Cuídate, y el Auditorio fue una fiesta, totalmente; siempre que tocan esa canción todo el público se alborota y se pone a cantarla con un sentimiento y una emoción dignos de admiración. Vestido azul nos sorprendió mucho, una canción que apenas se oye en los directos de La Oreja, pero sin duda la sorpresa padre fue Dile al Sol. Creo que nadie, absolutamente nadie, se esperaba que los cinco donostiarras iban a rescatar esa canción del cajón. Nadie. Fue el auténtico boom del concierto, todos estábamos impresionados cantando esa canción que había nacido en 1998. Recorrieron toda su trayectoria tocando Dulce locura, 20 de enero, Puedes contar conmigo, Inmortal o Soledad. Y también estuvieron Mi calle es Nueva York, La niña que llora en tus fiestas, Las noches que no mueren, Esta vez no digas nada... Hicieron dos canciones a la luz de una inmensa bombilla de atrezo, que les dio un toque aún más cercano y más cálido, dos acústicos. Paloma blanca y Deseos de cosas imposibles, esa mítica y preciosa canción del grupo. Aunque, sin lugar a dudas, la canción que dejó al público con el corazón en un puño y emocionado perpetuamente fue Jueves. Tan sencillo como piano y voz, nada más. Tras ellos, proyectado un vídeo de gotas de agua cayendo y resbalando sobre un cristal... Muy pocos se atrevieron a acompañarlos cantando, todo el público estaba sentado (nadie se levantó, y en todas y cada una de las otras canciones había varias personas de pie) con la emoción pintada en la cara. Fue soberbia, tanto, que todo el Auditorio irrumpió en un largo y prolongado aplauso que comenzó incluso antes de que acabase por completo la canción. A todo el mundo le dejó tocado... Pero después regresó la marcha y se despidieron con Cometas por el cielo, la canción que da título a su disco, y una de las canciones que mejor definen a La Oreja de Van Gogh y a su estilo: Pop, que todo el mundo cantó hasta desgañitarse. Y es que, cómo gana La Oreja en directo.

Verdaderamente sentí cada canción como parte de mí. Mi corazón latía al son de las teclas del piano de Xabi, del charles de la batería de Haritz, de los acordes de la guitarra de Pablo, de las notas del bajo de Álvaro y de la intensidad de la voz de Leire. Me sentí pleno: la plenitud volvió a inundarme. Y entonces recordé que, justamente desde junio en el concierto de fin de curso, allí en ese mismo Auditorio, no me había sentido pleno. Sonreí. Me di cuenta también de que he compartido escenario con La Oreja de Van Gogh, y no solo eso, también he compartido camerino con mi grupo favorito. Puede que sea una bobada cualquiera, pero a mí me llena de ilusión y me hace sentir mejor. Salté con cada canción y las canté todas, toditas, todas (excepto Jueves, claro, en la que no pude articular palabra). No recuerdo haber disfrutado tanto en ningún concierto de La Oreja. Como ya dije el aftershow fue breve, pero inolvidable. Pasé "a solas" unos minutos con ellos de cháchara y los saboreé con Magia.

He podido exagerar, he podido ser cursi, he podido ponerlos por las nubes... Desde luego no a mi parecer: a mi parecer he sido objetivo hasta el final. Si lo pienso bien, mi biografía se podría escribir solamente con canciones de La Oreja de Van Gogh... y eso solo es posible por esa especial Magia que me dan y que solo ellos saben darme.

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