Hay algunas canciones que me recuerdan un lugar concreto, otras que hacen que evoque una escena en un paraje que construyo en mi mente... Pero todos son lugares, existan o no en el mundo real. Curiosamente, asocio las canciones al momento en el que más las escuché; si hice un viaje a tal ciudad y en mi dispositivo musical (jeje) para ese viaje llevaba tal canción, cada vez que escuche tal canción me va a venir a la cabeza tal ciudad y los momentos vividos en ella. Así soy yo, un auténtico relacionador.
La primera canción que se me viene a la cabeza para esto es de La Oreja de Van Gogh (voy a freír el Proyecto con canciones de los donostiarras, me lo huelo). Como dije, es una canción que llevé a mi viaje por Italia, en el que visité Roma e hice un viaje de largos días por la Toscana (una región que me impresionó por su imponente belleza) y un poco por la Umbria (ídem de ídem). Como estaba escuchando todo el rato Deseos de cosas imposibles mientras estaba en el coche yendo por los campos toscanos o en Roma al descansar en un banco, para mí esa canción es totalmente italianizante. Es escucharla y venirme a la memoria todo lo que conozco de Italia y, como me lo pasé tan sumamente bien, también sonrío un montón con esta canción que me recuerda a carreteras entre agrestes praderas, ciudades exclusivamente hechas de piedra, Renacimiento en su más pleno auge... Toda Italia...
Otra canción que me traslada por completo hacia un lugar que entremezcla lo real con lo imaginario es Desde el puerto, también del grupo vasco. Llevo escuchándola desde que era muy pequeño y, quizá, haya sido el subconsciente del niño el que haya calado en mí estos recuerdos que me trae Desde el puerto. Como su propio nombre indica, me trae recuerdos del mar... Aunque no de un puerto, sino de una playa. Una playa completamente desierta, en la mañana apenas iniciada, con ese fresco matutino del comienzo del verano. Una playa que se antoja entre apaciguada y peligrosa, una playa que se contempla como un remanso desde la arena, pero que es capaz de matarte si te adentras mucho en sus aguas. Una playa que tiene una gran pared de rocas a la derecha, y unos monolitos del mismo material que se extienden caprichosamente cercanos a la orilla: unos dentro del agua y otros todavía en tierra. Una playa que sé que está en Asturias, donde dormía todas las Noches de San Juan cuando era pequeño; una playa que sé que solo existe en mi mente, donde me retiro cuando quiero estar solo...
Hay otra canción que, también, curiosamente, me hace mezclar real e imaginario. Pero esta canción que viene ahora mezcla mucho más de real que de imaginario, verdaderamente. No es una canción que esté hecha para que me venga a la cabeza Nueva York, pero a mí es a lo que me suena... Twinkle, twinkle, little star, una canción popular de la que la cantante Fredrika Stahl hizo una versión que me apasiona (también porque me apasiona la artista sueca). Quizá ayudó a que asociara esta canción con Nueva York cierto anuncio del cual era el sonido, un anuncio en el que aparecía otra macrociudad americana... Y es que cada vez que escucho esta canción pienso en lo mismo:... Nueva York en la noche, esa noche que muchas veces no es negra, sino de cielo turbio. En una azotea de un alto rascacielos se reune un grupo de muy buenos amigos. Pronto habrá un espectáculo de fuegos artificiales que adornará el cielo neoyorquino y, por esa noche, esa terraza es solo suya. La bella traca comienza y todos se juntan, hombro con hombro y abrazan al de al lado conformando una cadena de personas que miran todas hacia adelante, observando el cielo iluminado por los artificios. Disfrutan todos del colorido como nunca y, mientras acontece, piensan en la amistad que siempre los ha unido. Los fuegos se extinguen... Entonces, la cadena se cierra por los extremos y todos forman un círculo, una piña. Se dicen palabras de ánimo, que se quieren, que son los mejores y que esa noche todos van a comerse el mundo, o al menos la capital de este, Nueva York. Lanzan un grito de júbilo y la piña se rompe para que cada uno de sus antiguos integrantes bajen de la azotea del rascacielos para que todos juntos vayan a comerse la noche neoyorquina, olvidando todo lo malo...
Y seguramente haya muchísimas más canciones que me recuerden a muchísimos más lugares, no lo dudo. Pero bueno, esto era un Proyecto de una canción por día y yo hoy ya he puesto tres. Tres canciones que hacen que me vaya por completo del lugar en el que físicamente estoy para que Johann aparezca de pronto en ese mundo real o imaginario que conforman las notas que oye en estas canciones. Tres canciones que hacen comprender a Johann Kalinor qué es realmente la Magia, qué es lo mágico... Eso capaz de transportarte de un lugar al opuesto, al más recóndito, sin ni siquiera moverte de tu sitio.
Otra canción que me traslada por completo hacia un lugar que entremezcla lo real con lo imaginario es Desde el puerto, también del grupo vasco. Llevo escuchándola desde que era muy pequeño y, quizá, haya sido el subconsciente del niño el que haya calado en mí estos recuerdos que me trae Desde el puerto. Como su propio nombre indica, me trae recuerdos del mar... Aunque no de un puerto, sino de una playa. Una playa completamente desierta, en la mañana apenas iniciada, con ese fresco matutino del comienzo del verano. Una playa que se antoja entre apaciguada y peligrosa, una playa que se contempla como un remanso desde la arena, pero que es capaz de matarte si te adentras mucho en sus aguas. Una playa que tiene una gran pared de rocas a la derecha, y unos monolitos del mismo material que se extienden caprichosamente cercanos a la orilla: unos dentro del agua y otros todavía en tierra. Una playa que sé que está en Asturias, donde dormía todas las Noches de San Juan cuando era pequeño; una playa que sé que solo existe en mi mente, donde me retiro cuando quiero estar solo...
Hay otra canción que, también, curiosamente, me hace mezclar real e imaginario. Pero esta canción que viene ahora mezcla mucho más de real que de imaginario, verdaderamente. No es una canción que esté hecha para que me venga a la cabeza Nueva York, pero a mí es a lo que me suena... Twinkle, twinkle, little star, una canción popular de la que la cantante Fredrika Stahl hizo una versión que me apasiona (también porque me apasiona la artista sueca). Quizá ayudó a que asociara esta canción con Nueva York cierto anuncio del cual era el sonido, un anuncio en el que aparecía otra macrociudad americana... Y es que cada vez que escucho esta canción pienso en lo mismo:... Nueva York en la noche, esa noche que muchas veces no es negra, sino de cielo turbio. En una azotea de un alto rascacielos se reune un grupo de muy buenos amigos. Pronto habrá un espectáculo de fuegos artificiales que adornará el cielo neoyorquino y, por esa noche, esa terraza es solo suya. La bella traca comienza y todos se juntan, hombro con hombro y abrazan al de al lado conformando una cadena de personas que miran todas hacia adelante, observando el cielo iluminado por los artificios. Disfrutan todos del colorido como nunca y, mientras acontece, piensan en la amistad que siempre los ha unido. Los fuegos se extinguen... Entonces, la cadena se cierra por los extremos y todos forman un círculo, una piña. Se dicen palabras de ánimo, que se quieren, que son los mejores y que esa noche todos van a comerse el mundo, o al menos la capital de este, Nueva York. Lanzan un grito de júbilo y la piña se rompe para que cada uno de sus antiguos integrantes bajen de la azotea del rascacielos para que todos juntos vayan a comerse la noche neoyorquina, olvidando todo lo malo...
Y seguramente haya muchísimas más canciones que me recuerden a muchísimos más lugares, no lo dudo. Pero bueno, esto era un Proyecto de una canción por día y yo hoy ya he puesto tres. Tres canciones que hacen que me vaya por completo del lugar en el que físicamente estoy para que Johann aparezca de pronto en ese mundo real o imaginario que conforman las notas que oye en estas canciones. Tres canciones que hacen comprender a Johann Kalinor qué es realmente la Magia, qué es lo mágico... Eso capaz de transportarte de un lugar al opuesto, al más recóndito, sin ni siquiera moverte de tu sitio.
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