viernes, 17 de junio de 2011

Mi idílico mañana...


(Os recomiendo que leáis lo que viene a continuación mientras escucháis esta música, os ayudará a evocar mejor lo que realmente siento... Gracias por leer estas cosas que se me pasan por la mente...)




Hoy me han propuesto un futuro, un futuro que me había planteado, sí, pero no tan en serio como me lo han propuesto. Dedicarme a la música, currárselo pero bien.
Quien me ha propuesto esto ha sido mi genialgenística amiga (y oboísta) Bea, a puntito ya de terminar el Profesional de oboe. Está la pobre algo perdidilla por estos mundos de la divagación y el qué quiero hacer... Mundos en los que, a veces, yo entro demasiado profundo.

Ya hablé sobre el futuro en una entrada pasada, pero era otro futuro... Un futuro mundial, de toda la sociedad... Pero ahora cambia... Ahora es mi futuro, MI futuro (sí, suena muy egocéntrico, pero es mío, jo...). Y hoy he soñado un mañana que me ha apasionado. He soñado un mañana idílico por una propuesta, la propuesta de Bea. Vivir de la música. Vivir del arte al que he estado dedicando tiempo desde mis cuatro años... Tocar el piano, mi instrumento desde hace siete años. Toda mi vida ha sido música, y ahora no podría concebir por un instante todo mi mundo, mi ser, sin la música... Sacrificios, esfuerzos, agobios... Alegrías, plenitudes, amigos... La música lo es todo.
Al bajar la tecla de un piano, al bajarla y empezar automáticamente a interpretar una pieza, esa que te sabes de memoria... O bajar una tecla del piano, bajarla para que suene una nota, desafiante, entre el silencio. Bajarla para empezar a improvisar una melodía, una melodía que sale de ti, la expresión de tu alma...
Cuando te emocionas después de haber tocado una música (y cuando digo "emocionarse" no hablo de llorar, no necesariamente...), cuando mientras tocas solo existís tú y tu piano (o tu instrumento, sea cual sea), cuando te sientes tan pleno tocando que no puedes expresar más que con esos sonidos, más que con una tímida lágrima imaginaria que corre por tu mejilla compás tras compás, pulso tras pulso... Cuando disfrutas realmente con un Claro de luna de Beethoven, cuando el Canon de Pachelbel te llena, cuando la Sinfonía 40 de Mozart te emboba, cuando evocas un lugar ideal al escuchar el Danubio azul de Johann Strauss (cuyo nombre inspiró mi pseudónimo...), cuando mientras escuchas la Marcha nupcial de Mendelssohn la tarareas recordando cada nota a conciencia... Entonces te das cuenta que la música es Magia, toda ella... Entonces te das cuenta de que no somos nada sin ella, sin la música... Nada, cero.

Y cuando hoy he oído esa propuesta, todo se me ha presentado inmejorable, he visto ese posible futuro, ese yo de dentro de ocho años... Tocando, interpretando, jugando con los sonidos Bea y yo juntos, en un cuarteto, trío o dúo quizá. Juntos, tocando juntos, nuestra profesión. Lo que nos apasiona y nos encanta, por lo que prácticamente vivimos, por lo que tanto hemos luchado... He recordado tantos momentos, en el Conservatorio, en los conciertos... Y los he visto ahí todos juntos, resumidos en esa imagen irreal de mi futuro... Y creo que me he emocionado... Creo que la música ha venido hoy, acompañada de la Magia, a enseñarme lo que quizá ocurra dentro de unos cuantos años...


3 comentarios:

  1. La carne de gallina, te lo prometo.
    ¡Cuantas veces me lo he planteado yo con el teatro!
    Sinceramente creo que nos deberiamos liar la manta a la cabeza y perseguir nuestro verdadero sueño, y a lo que solo nosotros mismos sabemos que estamos destinados..

    ResponderEliminar
  2. Jo, Juan, el mundo del arte es tán difícil, pero tan realmente bonito...

    ResponderEliminar
  3. Ya, Bea... Pero estoy seguro de que la belleza del arte supera con creces su dificultad... ¿No crees?

    ResponderEliminar