viernes, 20 de julio de 2012

Ciao, Italia!

Bueno, pues ya está. Finito. El viaje a Sicilia ha tocado a su fin. Estoy ahora en Palermo, una de las ciudades en las que me he sentido más inseguro de toda mi vida. Por el día, es una ciudad como otra cualquiera, muy desordenada, mucho tráfico y mucha gente eso sí, pero bueno, tampoco algo muy anormal. Cuando la noche se cierne sobre la antigua e histórica capital de la isla, cambia radicalmente. Por las calles el ambiente se puede cortar con un cuchillo. Caminas por la calle y cruzas miradas con los viandantes, miradas de miedo e inseguridad en las que no sabes a quién estas mirando a los ojos, quizá a uno de los mafiosos más imponentes de Italia. Lo cierto es que sí da miedo, aunque tampoco quiero emparanoiarme con historietas de no dormir.

Verdaderamente, Sicilia me ha gustado. Me ha gustado mucho. Pero, si me tengo que quedar con algo... Probablemente me quedase con Siracusa, la ciudad natal del inteligentísimo archiconocido científico Arquímedes. Tampoco renunciaría ni a Noto ni a Ragusa, dos ciudades que realmente me han prendado, pero Siracusa tiene otra atmósfera diferente. El Barroco siciliano es uno de los más bonitos (aunque, cómo no, recargados) y la gente, en general, es muy mediterránea: vividora, amable, muy atractiva y sonriente. He visto paisajes que me han impresionado, he vivido momentos que ya no voy a olvidar y, por qué no, he aprendido a chapurrear mínimamente el italiano... Sicilia es una isla que ha pertenecido durante muchos años a los españoles, primero con el Reino de Aragón y luego con el Imperio Español, y aunque no valoren especialmente la cultura española (por no decir que hasta la desprecian un poquito), sí que se hacen notar algunos rasgos de nuestros casi 500 años aquí en estatuas de algunos reyes, algunas inscripciones españolas, nombres de calles en perfecto castellano o movimientos artísticos que solo afectaron al dominio hispano. La gastronomía es exquisita, por supuesto. Estando en Italia, difícil es comer mal. Pasta y pizza para todos; miles de variedades de espaguetis y macarrones, y otras tantas de pizzas... Aunque, en este viaje, yo me he decantado por los primeros en sus distintas formas.

En definitiva, me he prometido volver a Sicilia... pero en invierno u otoño, eso sí (el calor que he pasado ha sido instructor). Sicilia es una tierra bastante mágica, aunque no puedas despegar el ojo de ti mismo en ningún momento. Sicilia reúne muchas culturas en ella, reúne no pocos paisajes y un acervo cultural y artístico abrumador. Recomiendo Sicilia. Aunque, personalmente, en mi próximo viaje evitaré Catania (al menos visitaré solo las dos plazas bonitas que tiene, y me iré poniendo pies en polvorosa), la horrible ciudad de Agrigento (aunque no evitaré el majestuoso Valle de los Templos que se extiende en la colina que está frente a esta) y me tendré que pensar cuántas noches exactamente paso en Palermo. El sur es precioso, el norte también (Cefalù, ciudad cuyo nombre podría ser perfectamente el de un simpático dibujo animado de un cefalópodo creado por el afamado Walter Disney, es la perla del norte siciliano en mi opinión), y he probado la experiencia de bañarme en el mar Jónico (cuyas olas azotan el este de la isla) que es una delicia.

Pues bueno, ya es hora de meterse en la cama a dormir tranquilamente para pegarse el madrugón mañana que me llevará volando hasta Madrid, donde entenderé al 100% todas los anuncios, las informaciones y un largo etcétera; que me llevará de vuelta a mi hogareña España. Volveré a Sicilia, no sé ni cuándo ni con quién, pero volveré; estoy seguro.


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