jueves, 17 de mayo de 2012

Tu valor es imaginario.

Cuando de repente todo se ha vuelto en tu contra. Sin darte cuenta. Un día normal, algo sucede y todo cambia. Lo que creías uno de tus sueños, el arte en el que poder disfrutar, todo aquello que creías estar haciendo bien, se desmorona. Con peso, cae todo de una vez, golpeándote como una pesada losa en la cabeza. Esas ganas de llorar que tienes que reprimir obligatoriamente porque no puedes llorar, no ahí, no así. Te dan por perdido. Te sustituyen. Te dicen que esperaban mucho más de ti. Te dicen que lo haces mal cuando creías que, al menos, lo hacías un poco bien. Te martillean. Te exigen. Te aprietan. Te amordazan. Te mienten. Te abofetean. Te señalan. Te dejan por imposible...

Momentos en los que no tienes rabia, solo ganas de llorar. Esas ganas de llorar que truncaste en ese momento inicial y que ahora, a pesar de que las ansías con toda tu alma, se resisten en volver para abrazarte y mecerte en tu propio llanto de no saber, de impotencia, de inmadurez, de delirio, de decepción contigo mismo. Y te planteas dejarlo todo, para siempre. Nunca fuiste una lumbrera, nunca fue donde destacaste, siempre te gustó y siempre lo admiraste; pero quizá deba limitarse a eso, admiración. Admiración por esas personas que son mejores que tú, capaces de compaginar su vida a la perfección. Despojo de todos los sonidos, naces tú. Te acostumbraste a la benevolencia cuando no era ese tu lugar. Por tonto, por ingenuo, por soñador y por creerte quien no eras, rodaste por el suelo hasta acabar en el lodo. Dejarlo todo. Todo. Apenas son dos horas las que disfrutas de todo el resto. Apenas dos de un total de muchísimas; las pasadas y las que aún por venir quedarán. Dos sonrisas, dos adelantes, dos que te aprecian. Nada hay en el resto. Solo vacío. Un vacío que deberías estar llenando y no lo haces...

No solo aquí, también en otros lugares, en otros corazones jamás entrarás por mucho que insistas. Mira a tu alrededor y pregúntatelo, ¿estás a gusto con tu vida? ¿Por qué todo es una cuesta hacia abajo de la que no ves la subida? La velocidad aumenta, en un movimiento acelerado que parece no tener final. Te dicen que lo dejes de lado, cuando los que te lo dicen son los primeros que se aferran a ello como a un clavo ardiendo, con sus brazos como tentáculos, asfixiándolo y regodeándose, pareciendo ensañarse en mostrarte que para ellos sí vale.

Y cada vez tienes más claro que tienes que huir de aquí. Huir. ¡Huye! ¡Huye en ese tren-bala que inicia un viaje que no tiene retorno! ¡Huye y llora por ello, llora por ellos! Todo se olvidará al final, no te preocupes. Valora, haz balance y descubre si el mal pesa más que el bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario