Cuando tu mundo se desmorona y piensas que te olvidaron. Cuando ves que a quien tanto quieres no puede quererte tanto. Cuando sientes que, quizá, no tengas aquello que tanto siempre has querido y anhelado. Cuando finjas un enfado que no existe. Cuando tengas miedo de perder aquello que te ata al mundo, eso gracias a lo que te levantas cada mañana...
--Mi mundo se desmoronó--dijo el viajero--allá donde reina la gran veleta. Se cayó por su propio peso y me vi en una vida sin sentido. Lloré y grité fuerte. Creí lejos a un amigo, el amigo por el que daría cualquier cosa. Pero no es de sabios dejar las cosas y el diálogo es una buena herramienta. La plática transcurrió y me di cuenta de que estaba en un error. Emocionados, nos abrazamos y reafirmamos nuestra muy buena amistad--el viajero se quedó pensando, luego añadió--: Es cierto que ciertos percances hicieron que desconfiara dos veces más, y que tensara la cuerda, puede que sin sentido. Lloré más y grité más. Y sequé mis ojos. Del lloro tan sincero que salía de mí, cada lágrima era una tonelada de amor. Lloré al conocer la verdad, fría como una lápida, de que no todo me sería confiado. Que estaba entregando más de lo que iba a recibir; pero me da igual, no puedo cambiar lo que siento. No es agradable ver que un amigo llora y su apoyo estuvo ahí, conocida la causa. Una mano conciliadora se posaba de vez en cuando en mí... Aprendí que nadie te pertenece, solo te pertenece la parte de esa persona que te quiere, solo te pertenecen sus sentimientos.
El viajero me enseñó que la amistad es demasiado valiosa. El viajero me enseñó que hay muchos amigos, pero pocos en los que puedes confiar, pocos que te quieren tal y como eres, pocos que guardan celosamente tus secretos, pocos que se preocupan por ti, pocos que te siguen haciendo caso pese a tu perseverancia, pocos que, definitivamente, realmente te quieren. El viajero me enseñó que hay que luchar por ellos, y no enfrentarte. El viajero me enseñó que hay que mimarlos, y hablar con ellos sobre las cosas que nos molestan. El viajero me enseñó que no se puede exigir a nadie su confianza en ciertos aspectos. El viajero me enseñó que hay que vivir con ellos y no dejarlos escapar. No alejarlos del lado de uno. Jamás. Porque, un amigo de verdad, por muchos que tengas en cualquier otra parte, es el mayor tesoro del mundo.
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